Se fue el Gabo. Así le llamamos, con cariño, porque se nos hacía un ser entrañable. Porque sus novelas insuflaban amor en todos sus orientes y desorientes. Porque era buena onda.
Solo puede haber un Gabo y siempre será él.
Se ha dicho que 100 años de Soledad está ya al lado del Quijote y la Biblia. Atrevida sentencia. Yo no la dije y no se quién. Pero no es descabellada.
100 años de soledad es la recreación de la Creación. Gabo logra lo impensable: partir de la nada para crear un todo nuevo y relumbrante.
Con influencia de Rulfo, Gabo remonta los caminos terrosos para instalar su universo. Y toda su obra gravita alrededor de ese 100 años de soledad planetario. Los lugares se interconectan, en un libro hay ecos del otro. Algo común en todo artista y escritor que viene con ese mundo en la cabeza y que necesita transplantar al papel.
No abordaré la parte política porque no se vale hablar de desacuerdos cuando un ser humano parte. Errática, a veces incomprensible. Pero él fue fiel a sus convicciones.
García Márquez le rinde honor a la literatura y al acto de escribir: volar, crear mundos, partir de cero.
Original como es ha sido copiado e imitado por casi todos los novelistas que le siguieron, sin lograr lo que el Gabo lograba y que se ve le salía del alma.
Novelas que llegan a tener estructuras complejas pero que uno no nota. No se le ve el andamiaje como pasa ahora mucho con buenos escritores (menores al Gabo claro) pero buenos como Volpi o Villoro. Las novelas de García Márquez, pareciera y solo pareciera, que le salieron de un tirón, que las escupió, o que se paso noches con los ojos abiertos y la boca abierta y todos sus orificios abiertos dejando fluír las palabras a la hoja en blanco.
Imaginación primigenia, inocente, clara.
Atinado término ese del realismo mágico, que solo le puede pertenecer a él.
Me encantan sus libros donde recoge sus piezas periodísticas. Me van a crucificar pero o son demasiado bellos para ser artículos periodísticos o siempre se le siente su realismo mágico en este otro oficio que cultivó.
Yo lo veo novelista en todos lados. Kapuscinski, a este, otro grande, sí lo veo periodista, gran periodista, lo que debiera ser el periodista y que no hay casi, es raro, en extinción, hasta en sus fundamentales novelas. Al Gabo lo veo no tan periodista y sí muy novelista.
Pero todos sabemos la defensa tan preclara que hizo del periodismo, ese que como lo veo perdido no lo considero periodismo. Kapuscinski y el Gabo son tan artistas, tan altos en su periodismo que como que no...pero igual y sí...y igual y son el ejemplo que toda la masa de personas que publica en un periódico debiera recobrar, intentar.
A todo el que le encante leer va a poseer uno del Gabo como parte de su lista de entrañables, de libros que te llevarías a la isla esa donde ya te puedes llevar la biblioteca entera en un aparatito electrónico. Pero si tuvieses que llevarte el maravilloso y lindo libro físico, de papel, con sus pastas bellas y el nombre grabado del héroe en cuestión, yo sin chistar me quedo de él con Del Amor y otros demonios, El amor en los tiempos del cólera y claro, 100 años de Soledad.
Aunque ya estaba en el cronológico e inevitable corredor de espera al más allá, vamos a extrañarlo tanto al Gabo, porque esta gente tiene algo dentro que sí ilumina al mundo. Como en lo personal me pasa con Carlos Fuentes y más con Octavio Paz.
Siempre extrañaremos lo que sentimos alguna vez tan nuestro, lo echamos en falta, como dicen los gringos...y sí...a veces se extraña tanto al Gran Cronopio, o cuando no se extraña a Borges...
Tanto que extrañar y que recobrar leyéndolos.
Sí, sí: gracias, gracias Gabo.