Desde la LUna

Tu planeta llamado Tierra (¿por qué no le pusieron Agua?) se ve de la siguiente manera...bienvenid@

Wednesday, July 30, 2014

Heil Cesar y sus simios.

Think before you act.- Cesar

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Las películas que están dejando huella en esta indefinida época (o sea revuelta o sea posmoderna) son aquellas en las que la línea entre lo que conocemos comúnmente como el bien y el mal es casi indefinible.

Concedemos razón al héroe pero también a su opuesto. Ya ni siquiera cabe llamarle Villano.

Esto lo comenzamos a ver en series de televisión maestras como The Sopranos. Luego en Dr. House, últimamente con Mad Men. El protagonista, en la época anterior hubiese sido, por sus conductas y actuares, el antagonista. 

César, El César, (encarnado magistralmente por Andy Sarkis y una sabia y maravillosa tecnología de animación por computadora y maquillaje -dignos del Oscar), tiene la virtud de presentarnos a un personaje tan real que conmueve. 

César es el líder porque es el más fuerte, porque así funciona en su especie. "El simio busca la rama más fuerte" afirma él mismo al encontrarse en una encrucijada. 

Conmueve porque hallamos en él características ahora extintas en los seres humanos: es noble, es decidido, tiene carácter, no duda, a veces, cuando tiene qué, es autoritario, pero tiene sus razones. Razones que van más allá de lo individual y que contemplan al conjunto social. No miente, predica con el ejemplo.

No sé cómo le resulte a los más jóvenes ver a un simio tan (para ellos) fuera de la realidad porque no hay nadie alrededor en su mundo cotidiano que tenga por lo menos un par de atributos de César.

No contaré la historia. Véanla.

El tratamiento de la historia es digna de reconocimiento. La películas que involucran un gran despliegue de efectos especiales corren siempre el riesgo de perder el balance entre lo efectista (las reacciones que quieren provocar en el público) y la historia.

Por ello, para los adultos nos resulta muy aburrido ver la enésima entrega de Transformers, con un director como Michael Bay que insiste en no dejar de ser director de foto y mostrar exagerado y empalagoso su tratamiento fotográfico y movimientos de cámara que más que apoyar distraen de la historia. Entre otras dolencias. Creo que solo le rescato The Island. Visualmente siempre muy bonito eso sí. Pero cero director de actores y el largo etcétera. Sigue pensando que las películas blockbuster tienen que ser para retrasados mentales. El planeta de los simios (y Pacific Rim, entre otras) refutan su pobre pensar.

Acá, primero importa la historia. Una historia que, gracias al cielo, nada tiene que competir con las primeras entregas de los años setenta. Se inspiran en ellas claro está, pero los escritores se tomaron la molestia de repensarla para esta época. Sigue siendo un sacrilegio meterle mano a los clásicos en cualquier rubro (véase la pena ajena que provocan remakes de Evil Dead, Friday 13th, Halloween, y la mayoría de las que me digas).

Aquí el planteamiento fotográfico (a veces se nota mucho el greenscreen, por ejemplo en una de las batallas finales, pero no importa) es el correcto, es fino, y ayuda a la historia. 

La música rescata guiños de aquella magnífica de Jerry Goldsmith de los setentas (si mal no recuerdo), pero no copia.

Vuelvo a constatar que Gary Oldman es uno de los más grandes actores que nos ha regalado el cine. Todos nos vamos con la finta de las actuaciones intensas, a veces exageradas, y no reparamos en que la dificultad estriba más en la sutileza, sobre todo en el cine. Gary Oldman es increíble: qué manera de articular un antagonista no antagonista, lo cuestionas pero lo entiendes. No es la contraparte de César, pero sin Gary, la película hubiera perdido un contrapeso necesario. Se hubiese recargado demasiado en el bueno y el malo (César vs Koba), pese que ambos tienen personajes de alta complejidad psicológica. Sí, simios con alta complejidad psicológica. 

Ahora que el cine está tan pobre, qué gratificante es pagar por ver una película que no te vende nada más que su cuento. Y si lo hace, lo hace de manera tan sutil que ni lo notas. Yo no sentí nada de eso. Porque no sientes que te quieran convencer de nada: no quieren decirte, Uy, mira qué malos somos los humanos. Y tampoco quieren decirte: Ah, los machos somos superiores a las hembras. Todo está en su lógica. Un cabito por ahí en donde podrías preguntarte, ¿Pero cómo llegaron a equis o zeta? Quizá ya es buscarle chichis a las hormigas, date oportunidad de imaginar, es ficción, relájate. Está bien amarradita.

Buen director, Matt Reeves, siento que podría ofrecernos un día una película que quede para la historia. Y ahora que lo busco, tiene en su haber películas que mantienen un justo equilibrio entre lo entretenido y una idea esencial a contar. No reparé que él es el mismo que dirigió otras dos películas que me encantan: Let me in y Cloverfield.

 Con razón.

Y ahí nada más para que se den un quemón del maestrazo de actor que es Andy Sakis, adivinen quién personificó también al famoso "Precioso" del Señor de los Anillos. 


 


Sunday, July 6, 2014

Café y puerta abierta de baño



Me gusta visitar cafés.
De pronto me hago asiduo a uno en particular. Tanto las llamadas cadenas como los que aún perviven independientes.

Me gusta mirar cientos de imágenes en tumblr, las paso rápidamente, "escroleo" velozmente. Luego las veo una a una, me gusta recibir esos impactos visuales a veces sin saber realmente de qué trata una foto, cuando experimentas esto, depende de lo que traigas cargado en la mente, el significado de lo que ves no necesariamente tiene que ver con cada imagen por si sola. Puedes ver rápidamente paisajes, desnudos, escenas de sexo que se repiten y repiten y repiten en esos gif animados que se me figuran una prefiguración de nuestro mundo actual, me fascina incluso esas repeticiones porque lo más repetitivo y recurrido es el sexo, nuestro deseo, el deseo de tener relaciones sexuales, o el infinito que es mirar cuerpos hemosos desnudos, nunca terminas de mirar, lo digo desconectando el botón de la excitación, viéndolo solo como imágenes que te dicen algo, un ser humano que succiona a otro, que lo chupa, que lo besa, que lo lame, que realiza el ritual devorativo, y luego paisajes distantes, tatuajes, edificios, ciudades, las sólidas mas frágiles ciudades, montañas, naturales y de concretas, música, imágenes blanco y negro, viradas a morados, azulosos, rojos, jamás sepias (detesto los sepias, huyo de ellos, me incomodan), no veo animales, me disgusta ver imágenes de animales fotochopeados, con sonrisas humanas, se me hace terrorífico, me asustan, no me gusta ver animales torturados, no veo el caso en ver eso, ya lo sé, me duelen, para qué, no me gusta ver felinos, no sé que tengo opuesto a verlos, no me gustan, eso no significa que no los respete, al contrario, gran respeto, pero no veo por ahí, siento que tengo tal respeto y temor a la fauna que prefiero mantenerme a raya, y pienso que todos deberíamos de hacer eso, no deberían existir circos ni tampoco zoológicos, existe la tecnología suficiente para crear zoos tecnológicos, en dónde puedas apreciar a un guepardo en su medio ambiente, verlo correr, verlo libre como debe ser, sin molestarlo. No veo el punto de ver a un oso polar amarillento triste en un lago que siempre sentirá caliente, entre aisbergs de cartón o piedras pintadas, me da tristeza, me entristece y me da coraje. Desde niño, siempre sentí apachurrado el corazón cuando visitábamos el zoo o cuando me llevaron al circo. Salía enojado, ¿por qué le hacen eso al elefante, al majestuoso elefante, que podría ser nuestro dios, que habría que venerarlo, por qué lo ponen a hacer payasadas, estupideces, un ser tan noble, tan sabio, tan milenario? Así como con todos los demás animales. No debe ser, no veo razón.

Hablando de otro tipo de animales, sin ánimo de ofender, es sintómatico, diáfano como podemos atisbar de un ojo la educación que hemos recibido en casa, en un santiamén podemos ver qué clase de madre tenemos: 

En un café, espacios cada vez más diseñados para sentirte en tu casa, a gusto, rico, haz lo que desees siempre y cuando recuerdes si puedes que te dieron una educación (la educación es en casa, la instrucción es en el colegio). Ejemplos:

No comprendo por qué la gente sale del baño y no cierra la puerta. Es seguro, segurísimo que eso mismo hace en su casa, ¿tenemos que oler sus restos? ¿Así ventilan? Seguro que sí. Son pocas las personas que cierran la puerta del baño cuando salen. Casi quiere uno levantarse y darles un abrazo.

Casi todos, por no decir todos, dejan la luz encendida. En descargo: frecuentemente la luz y el extractor están interconectados. Preferible que se quede encendido y los aromas poco gratos se vayan. No deberían estar interconectados. No se huele con la vista. O quién sabe.

Puedes ver cómo se comporta la gente en sus casas mirándolas tomar café. Se desparraman en los asientos, se estiran, bostezan sin disimulo. Personas jóvenes, el blanco obvio pero, sorpresivamente y no tan sorpresivamente, personas adultas e incluso ancianos. ¿No que antes sí eran educados?

La facilidad, la practicidad de estos tiempos post nos han hecho fodongos. Y es que es sencillísimo caer en la fodonguez.

Es domingo y hay personas, millones, que no se molestan en echarse siquiera agua en el rostro, lavar los dientes, pasarse el cepillo. 

Si algo detesto son las gorras y la gente con gorra. La gorra se me figura el símbolo nefasto de la fodonguez gringa, el imperialismo de la facha desfachatada y el mal gusto. Si quieres darle en la torre a tu vestuario corónate con un pinche gorra.

Excepción: las chicas se ven lindas con gorra. Tuve una novia que sabía usarlas, se veía hermosa, pero se bañaba, siempre pulcra, lucía sus pants de manera casi espectacular, la portada con la vicera hacia atrás, se me figuraba una bugs bunny con las orejas detrás, no me hagan caso, fantasías mías raras, sus ojos aceitunados resplandecían, el color de la gorra los subrayaba. Punto. Pero ya se vio lo que se tiene que tener para lucir una triste gorra maldita.

Maldito el día en que se le ocurrió a un publicista el poner fotos de alguien muy bello usando pants sustituyendo el pijama. Vemos a hombres con cuerpazos y cero panza, mujeres hermosas con un derriere que ya quisieran todas tener y todos recorrer. Así sí. Así hasta desnudos. Ah, pero no, salimos los mortales comunes con las panzas colgando y el pants aguado, sucio, sin bañarse, cochinos, displicentes con la sociedad (antes se le debía respeto), pero jóvenes y viejos sin distinción. Por ello, cuando veo a una viejita o un viejito perfumados (ella de Maja, él a maderas o vetiver, clásico) bien vestiditos, limpios como debe de ser, los amo, quiero aplaudirles pero parecería guasa. Así seré, me digo. O seré un Keith Richards extravagante, si aún tengo algo de pelo, pero limpio o un Leonard Cohen elegantísimo, pulcrísimo, inmaculado, respetable. Entre más edad mayor pulcritud se exige, la edad huele mal. 

Y no decir del lenguaje. Hoy en día si no dices diez groserías por dos palabras no groseras no eres rebelde, no demuestras que eres invensible, fuerte, que tú las puedes todas...¿en serio? Yo lo hago a veces, claro. Y claro que las palabras son todas útiles y para eso están. Pero ¿en serio atiborrar de weyes y etcétera una conversación? Y es que las conversaciones a veces no lo son. Son un rosario de quejas. Es incómodo  oirlo y decirlo.

Todos los días me examino y trato de corregir para la siguiente si abusé de un carajo, o alcé demasiado la voz (siento que hablo a volumen alto y manoteo...no me gusta) pero tampoco me clavo. Mi objetivo es ir aminorando esas demostraciones exaltadas. Sí, así es uno y qué, pero también no y qué. Aunque nos caiga gordo si estamos fuera de casa estamos con todos, nos debemos un respeto todos, debemos rescatarlo, ser considerardos, no exagerados, ser considerados, siempre hay alguien atrás de nosotros, cuidar nuestra expresión corporal, no es raro que alguien le pique el ojo a otro porque no tuvo la delicadeza de mirar alrededor, o echamos hacia atrás la silla como si estuviesemos en casa y seguro, seguro hay alguien atrás que recibe el trancazo o le tiramos la bebida.
Sí suena exagerado. Pues aunque lo sea, si por lo menos nos percatáramos en algo se alivianaría la convivencia cotidiana. 

Pero somos exagerados, por supuesto que no vamos a estar como película de los cuarenta, falsa, saludándonos todos y levantando el sombrero, pero, ¿no podríamos darnos un poquito cuenta de quién está a nuestro alrededor?

La gente que camina como si fuese en despoblado y se frena de golpe porque tiene dudas de hacia dónde dirigirse. Orillarnos. Si tienes duda, oríllate y detente. Piensa, ¿ya sabes quién eres y a dónde vas? Avanza.

El meollo es que no queremos pensar en los demás. Se nos figura signo de debilidad.
Hoy en día ser cortés, sonreír (no atacarte de risa sino esa risa que solo muestra amabilidad social)...ser educado es signo de feminidad o de debilidad. Para algunos todavía ambas son sinónimos. 

La verdad es que todo está en nuestras manos. La solidaridad podría cambiar las cosas, pero la solidaridad para que sea tiene que ser total, sin excepciones, y ahí es donde la puerca tuerce el rabo.

Siempre sale el pequeño, el que no se valora nadita que dice, "bueno, a mí no me ha hecho nada". Y entonces, cada quién para sí mismo, sálvese quien pueda".

Lo cierto es que una marcha ya no tiene la misma fuerza. Ya nos la sabemos. Pero también no hay otra. No conozco otra manera bordeante entre civilizada y bárbara (porque se está a punto de ebullición, casi siempre marchas por un disgusto, en protestas, molesto) de exigir escucha: respeto.

Y es cierto que los gobernantes ya se la saben y hacen como que escuchan pero son más sordos que las tapias.

Camino por el centro de Ciudad México, muy temprano, me es muy placentero. Nublado de preferencia, muy poca gente en la calle, los edificios se ven tan silenciosamente, modestamente orgullosos ahí plantados. Me encantan las películas donde salen ciudades sin nadie. Estas imágenes se pueden encontrar en películas de zombis, pero fuera de la experiencia divertida de una película de esas, me encanta ver las calles solas, sin nadie, autos abandonados, edificios solo con muebles y aire, las vías despejadas, los parques solos con sus árboles y aves, esa soledad tan rica.

Cuánta cosa divaga uno con un café.