Me gusta visitar cafés.
De pronto me hago asiduo a uno en particular. Tanto las llamadas cadenas como los que aún perviven independientes.
Me gusta mirar cientos de imágenes en tumblr, las paso rápidamente, "escroleo" velozmente. Luego las veo una a una, me gusta recibir esos impactos visuales a veces sin saber realmente de qué trata una foto, cuando experimentas esto, depende de lo que traigas cargado en la mente, el significado de lo que ves no necesariamente tiene que ver con cada imagen por si sola. Puedes ver rápidamente paisajes, desnudos, escenas de sexo que se repiten y repiten y repiten en esos gif animados que se me figuran una prefiguración de nuestro mundo actual, me fascina incluso esas repeticiones porque lo más repetitivo y recurrido es el sexo, nuestro deseo, el deseo de tener relaciones sexuales, o el infinito que es mirar cuerpos hemosos desnudos, nunca terminas de mirar, lo digo desconectando el botón de la excitación, viéndolo solo como imágenes que te dicen algo, un ser humano que succiona a otro, que lo chupa, que lo besa, que lo lame, que realiza el ritual devorativo, y luego paisajes distantes, tatuajes, edificios, ciudades, las sólidas mas frágiles ciudades, montañas, naturales y de concretas, música, imágenes blanco y negro, viradas a morados, azulosos, rojos, jamás sepias (detesto los sepias, huyo de ellos, me incomodan), no veo animales, me disgusta ver imágenes de animales fotochopeados, con sonrisas humanas, se me hace terrorífico, me asustan, no me gusta ver animales torturados, no veo el caso en ver eso, ya lo sé, me duelen, para qué, no me gusta ver felinos, no sé que tengo opuesto a verlos, no me gustan, eso no significa que no los respete, al contrario, gran respeto, pero no veo por ahí, siento que tengo tal respeto y temor a la fauna que prefiero mantenerme a raya, y pienso que todos deberíamos de hacer eso, no deberían existir circos ni tampoco zoológicos, existe la tecnología suficiente para crear zoos tecnológicos, en dónde puedas apreciar a un guepardo en su medio ambiente, verlo correr, verlo libre como debe ser, sin molestarlo. No veo el punto de ver a un oso polar amarillento triste en un lago que siempre sentirá caliente, entre aisbergs de cartón o piedras pintadas, me da tristeza, me entristece y me da coraje. Desde niño, siempre sentí apachurrado el corazón cuando visitábamos el zoo o cuando me llevaron al circo. Salía enojado, ¿por qué le hacen eso al elefante, al majestuoso elefante, que podría ser nuestro dios, que habría que venerarlo, por qué lo ponen a hacer payasadas, estupideces, un ser tan noble, tan sabio, tan milenario? Así como con todos los demás animales. No debe ser, no veo razón.
Hablando de otro tipo de animales, sin ánimo de ofender, es sintómatico, diáfano como podemos atisbar de un ojo la educación que hemos recibido en casa, en un santiamén podemos ver qué clase de madre tenemos:
En un café, espacios cada vez más diseñados para sentirte en tu casa, a gusto, rico, haz lo que desees siempre y cuando recuerdes si puedes que te dieron una educación (la educación es en casa, la instrucción es en el colegio). Ejemplos:
No comprendo por qué la gente sale del baño y no cierra la puerta. Es seguro, segurísimo que eso mismo hace en su casa, ¿tenemos que oler sus restos? ¿Así ventilan? Seguro que sí. Son pocas las personas que cierran la puerta del baño cuando salen. Casi quiere uno levantarse y darles un abrazo.
Casi todos, por no decir todos, dejan la luz encendida. En descargo: frecuentemente la luz y el extractor están interconectados. Preferible que se quede encendido y los aromas poco gratos se vayan. No deberían estar interconectados. No se huele con la vista. O quién sabe.
Puedes ver cómo se comporta la gente en sus casas mirándolas tomar café. Se desparraman en los asientos, se estiran, bostezan sin disimulo. Personas jóvenes, el blanco obvio pero, sorpresivamente y no tan sorpresivamente, personas adultas e incluso ancianos. ¿No que antes sí eran educados?
La facilidad, la practicidad de estos tiempos post nos han hecho fodongos. Y es que es sencillísimo caer en la fodonguez.
Es domingo y hay personas, millones, que no se molestan en echarse siquiera agua en el rostro, lavar los dientes, pasarse el cepillo.
Si algo detesto son las gorras y la gente con gorra. La gorra se me figura el símbolo nefasto de la fodonguez gringa, el imperialismo de la facha desfachatada y el mal gusto. Si quieres darle en la torre a tu vestuario corónate con un pinche gorra.
Excepción: las chicas se ven lindas con gorra. Tuve una novia que sabía usarlas, se veía hermosa, pero se bañaba, siempre pulcra, lucía sus pants de manera casi espectacular, la portada con la vicera hacia atrás, se me figuraba una bugs bunny con las orejas detrás, no me hagan caso, fantasías mías raras, sus ojos aceitunados resplandecían, el color de la gorra los subrayaba. Punto. Pero ya se vio lo que se tiene que tener para lucir una triste gorra maldita.
Maldito el día en que se le ocurrió a un publicista el poner fotos de alguien muy bello usando pants sustituyendo el pijama. Vemos a hombres con cuerpazos y cero panza, mujeres hermosas con un derriere que ya quisieran todas tener y todos recorrer. Así sí. Así hasta desnudos. Ah, pero no, salimos los mortales comunes con las panzas colgando y el pants aguado, sucio, sin bañarse, cochinos, displicentes con la sociedad (antes se le debía respeto), pero jóvenes y viejos sin distinción. Por ello, cuando veo a una viejita o un viejito perfumados (ella de Maja, él a maderas o vetiver, clásico) bien vestiditos, limpios como debe de ser, los amo, quiero aplaudirles pero parecería guasa. Así seré, me digo. O seré un Keith Richards extravagante, si aún tengo algo de pelo, pero limpio o un Leonard Cohen elegantísimo, pulcrísimo, inmaculado, respetable. Entre más edad mayor pulcritud se exige, la edad huele mal.
Y no decir del lenguaje. Hoy en día si no dices diez groserías por dos palabras no groseras no eres rebelde, no demuestras que eres invensible, fuerte, que tú las puedes todas...¿en serio? Yo lo hago a veces, claro. Y claro que las palabras son todas útiles y para eso están. Pero ¿en serio atiborrar de weyes y etcétera una conversación? Y es que las conversaciones a veces no lo son. Son un rosario de quejas. Es incómodo oirlo y decirlo.
Todos los días me examino y trato de corregir para la siguiente si abusé de un carajo, o alcé demasiado la voz (siento que hablo a volumen alto y manoteo...no me gusta) pero tampoco me clavo. Mi objetivo es ir aminorando esas demostraciones exaltadas. Sí, así es uno y qué, pero también no y qué. Aunque nos caiga gordo si estamos fuera de casa estamos con todos, nos debemos un respeto todos, debemos rescatarlo, ser considerardos, no exagerados, ser considerados, siempre hay alguien atrás de nosotros, cuidar nuestra expresión corporal, no es raro que alguien le pique el ojo a otro porque no tuvo la delicadeza de mirar alrededor, o echamos hacia atrás la silla como si estuviesemos en casa y seguro, seguro hay alguien atrás que recibe el trancazo o le tiramos la bebida.
Sí suena exagerado. Pues aunque lo sea, si por lo menos nos percatáramos en algo se alivianaría la convivencia cotidiana.
Pero somos exagerados, por supuesto que no vamos a estar como película de los cuarenta, falsa, saludándonos todos y levantando el sombrero, pero, ¿no podríamos darnos un poquito cuenta de quién está a nuestro alrededor?
La gente que camina como si fuese en despoblado y se frena de golpe porque tiene dudas de hacia dónde dirigirse. Orillarnos. Si tienes duda, oríllate y detente. Piensa, ¿ya sabes quién eres y a dónde vas? Avanza.
El meollo es que no queremos pensar en los demás. Se nos figura signo de debilidad.
Hoy en día ser cortés, sonreír (no atacarte de risa sino esa risa que solo muestra amabilidad social)...ser educado es signo de feminidad o de debilidad. Para algunos todavía ambas son sinónimos.
La verdad es que todo está en nuestras manos. La solidaridad podría cambiar las cosas, pero la solidaridad para que sea tiene que ser total, sin excepciones, y ahí es donde la puerca tuerce el rabo.
Siempre sale el pequeño, el que no se valora nadita que dice, "bueno, a mí no me ha hecho nada". Y entonces, cada quién para sí mismo, sálvese quien pueda".
Lo cierto es que una marcha ya no tiene la misma fuerza. Ya nos la sabemos. Pero también no hay otra. No conozco otra manera bordeante entre civilizada y bárbara (porque se está a punto de ebullición, casi siempre marchas por un disgusto, en protestas, molesto) de exigir escucha: respeto.
Y es cierto que los gobernantes ya se la saben y hacen como que escuchan pero son más sordos que las tapias.
Camino por el centro de Ciudad México, muy temprano, me es muy placentero. Nublado de preferencia, muy poca gente en la calle, los edificios se ven tan silenciosamente, modestamente orgullosos ahí plantados. Me encantan las películas donde salen ciudades sin nadie. Estas imágenes se pueden encontrar en películas de zombis, pero fuera de la experiencia divertida de una película de esas, me encanta ver las calles solas, sin nadie, autos abandonados, edificios solo con muebles y aire, las vías despejadas, los parques solos con sus árboles y aves, esa soledad tan rica.
Cuánta cosa divaga uno con un café.
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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.