Desde la LUna

Tu planeta llamado Tierra (¿por qué no le pusieron Agua?) se ve de la siguiente manera...bienvenid@

Friday, November 28, 2014

El Premio Nobel de Literatura



Desde niño me fascinaba el suspenso que anticipaba la noticia de quién sería el escritor galardonado con el premio Nobel.

Como escritor en ciernes antes y como escritor desconocido ahora, veía con gran respeto y admiración lo que yo tenía como una rigurosísima elección. Imaginar el proceso en que habría que tomar una decisión crucial para el mundo de las letras luego de repasar nombres que, ya por ser considerados, contaban con una excelencia literaria alejada de lugares comunes y no necesariamente grandes vendedores de libros, se me hacía placentera, aventurada y naturalmente difícil. 

El premio Nobel ha sido para mí como un cofre de tesoros. Si desconozco la obra del galardonado esta será adquirida lo más pronto posible y  devorada  con el fin de embuirme de conocimiento y disfrutar de la experiencia de un escritor que te transportará a otras regiones narrativas o poéticas, pensamiento y sensaciones.

Para mí, el escritor que se torna en Nobel es un ser casi alquímico, una antena que recibe palabras de una manera única, original, personal. Un labrador que eleva el lenguaje y con ello el ideal del ser humano. Un escritor Nobel es para mí alguien que tiene algo que enseñarte, cada uno de sus libros son puertas a otros mundos dentro este mundo. Una persona que te muestra leyéndolo a qué grado le rinde tributo al acto de escribir. Que te ofrece libros que te liberan de una cotidianeidad que por serlo es siempre monótona. 
Una persona que te ofrece en sus obras un  rango de posibilidades de un lenguaje que cotidianemente hemos maltratado tanto. El lenguaje integrado con atrevimiento pero con respeto, con rebeldía y control sosteniéndose en equidad de fuezas, con sus sutilezas y sus recovecos, esas obras que puedes disfrutar no únicamente por el tema sino por el engranaje con que fue construido, catedrales o capillas que gozas como un todo y también en sus particularidades.

Un premio Nobel para mí, te sorprende  (debe sorprenderme) porque hallas palabras, quizá desconocidas, tal vez olvidadas, plasmadas con la precisión que la oración, el párrafo, la página, el capítulo y el todo del libro exigía.Escuchas una voz singular pero que resuena universalmente. No importa tanto para mí si estoy de acuerdo o no con el planteamiento, importa CÓMO está construido y que aunque sea increíble es verosímil. 

¿Qué tanto te envuelve? ¿Qué tanto te hace reflexionar? ¿Qué tanto activa tu imaginación?
Leer es viajar. Si no te levanta del suelo, aunque sea al ras, no sirve. Yo busco que me lancen como cohete.

Mi errática cabeza tiene unaa preguntas listas para arrojarle a la obra del nuevo galardonado:
¿Es distinto a los demás? ¿Tiene algo que ofrecerme que no haya conocido ya? ¿Es una voz auténtica? ¿Se reconoce un estilo? ¿Es una obra coherente y consistente? ¿Me ofrece esa noción de belleza que bien podría llamarse armonía? Y la más volada pero que me guardo para mis adentros: ¿Podría yo haber escrito eso? (aquí la respuesta tiene que ser No).

Cuando me ha capturado, siempre mi ser ha respondido: "¡Cómo hizo esto!" "¡Cómo logró esta cohesión!" "¡Cómo ha podido mantener en general una consistencia y excelencia en el lenguaje!", "¡Qué manera de crecer!"

Lo que me impacta o busco de los premios Nobel es leer cómo las básicas reglas de la escritura pueden elevarse a alturas tan insospechadas. Busco grandeza, busco Himalayas.

Y me he contagiado muchas veces de la emoción de los periodistas asistentes a ese salón de cuya puerta central emerge un señor de maneras afeminadas, cuando de entre un incomprensible sueco se distingue el nombre de ese escritor. 

Los aplausos y gritos de alegría que no pudieron resistir estallar como un relámpago único cuando se escuchó: Mario Vargas Llosa u Octavio Paz, o Coetzee o Jelinek, ha sido formidable y me atrevo a decir que inolvidable. En ese momento, ese escritor es alguien de tu familia, es un amigo, y se reconoce esa aportación indudable a eso que llamamos el género humano.

No conocía a Elfriede Jelinek ni a Coetzee. Aunque a veces las editoriales no son tan raudas, yo me lanzo al día siguiente a hacerme de algunos volúmenes para leerlos. O espero con ansias que ya salgan las reediciones.

Me sorprendió Jelinek, me impactó Coetzee (soy fan). 

El texto de la academia sueca que explica, con cierto deseo de sonar poético, las virtudes del autor galardonado siempre es atinada a mi parecer.

Brinqué de gusto cuando se lo otorgaron a Octavio Paz, cuya obra me he bebido no se cuántas veces. Me dio mucha alegría que se lo dieran a Mario. 

Cuando de niño conocí a Thomas Mann (desde las primeras lecturas me dejó pasmado de admiración) de inmediato quise comprobar si había recibido el Nobel.

Kawabata es otro gran maestro. De esos que dices, "¡Cómo es posible tanta belleza y sabiduría contenida!" 

Para mí un premio Nobel debe de otorgársele a ese escritor que casi casi raya en extraterrestre. Si no no vale.

Busqué en la lista y sí, por supuesto, John Steinbeck, William Faulkner, Pablo Neruda, José Saramago, ¡el Gabo!

Me dio gusto conocer a Toni Morrison, a Kenzaburo Óe Harold Pinter; me gusta mucho Mo Jan, me fascinó conocer la literatura de Camilo José Cela...

Por supuesto que están los que no lo obtuvieron y que (no importa) tengo como indudables merecedores del premio: a mi adorado Mishima, el gigante Mishima; sin duda, Carlos Fuentes, Julio Cortázar o Jorge Luis Borges.

Si uno es o quiere ser escritor y tiene como sus hitos a estas montañas es imposible no sentir rubor, pero también un gran agradecimiento porque ellos fueron la razón última que detonó que uno se desviviera (literalmente a veces, sin tener que tragar, debiendo rentas y practicando oficios varios para pagar la renta, sin becas ni padrinos) para Escribir "como ellso".

Siempre que compongo un nuevo libro me pregunto si no ofendería a Octavio Paz o a Mishima. Mi poesía sí. Ni me hubiese atrevido a mostrarla...ni siquiera me he atrevido a llamar poesia a mis garrapatas. De mis novelas podría decir, no sin humildad e inocencia (o estupidez), mínimas como son al lado de sus obras, que por lo menos no les faltan al respeto. 

Cuando uno se mide con  esa vara es cuando se ayuda uno mucho a bajarle a los humos idiotas, "Te falta, amigo, te falta, más esfuerzo, más dedicación, pero por lo menos has tomado el camino a los Himalayas."

Con todo y todo, el Nobel había sido para mí el único premio (sueño) que hubiera anhelado alcanzar. Soy realista, no lo creo posible por dos grandes razones:

1) No soy yo quien podría aventurar que mi nimia obra merecería ese premio. Además de que me falta "el conjunto de la obra", la cadena de premios que debe anteceder, la inevitable ayuda de una editorial que "te venda y te ponga en el mapa", traducciones, el reconocimiento de una parte de ese salvaje sector, la red de contactos y amistades y un largo etcétera.

2) Porque el más reciente otorgamiento del premio ha echado abajo todo lo que yo tenía como una rigurosa institución, casi sin mácula. 


La más reciente decisión del jurado ha abierto un enorme boquete que ha derribado la idea que yo tenía del premio, restándole honor a la que hasta ahora, había sido una tradición que, bien podria gustar o no en lo personal, pero que no ocultaba las virtudes del escritor en turno.

Desafortunadamente para mí (quizá pretexto liberador) ha dejado de ser el parámetro indispensable para todo escritor.

Con esta última noticia, no me sorprendería que un japonés, que obsesivamente intenta vender Tusquets cada año, pudiera obtenerlo.

No cabe duda que todo tiene un fin.










Thursday, November 27, 2014

Cada quien tiene sus razones



En verdad que todos tenemos nuestras razones y de algún modo todas son comprensibles. Depende, como dicen, del cristal con que se mire y de que lado se encuentre uno posicionado.

Jóvenes ilusionados y alebrestados por otros no tan jóvenes (insuflándoles su pretérito anhelo y actual frustración) salen en marcha a protestar por ideales y cambios utópicos. Se comprende.

Esos jóvenes, a medida que crecen y tienen a su cargo responsabilidades como la manutención propia, del hijo, el acudir a un trabajo; una vez que obtienen un sueldo, los sueños libertarios se mitigan y los anhelos son otros. 

Si se gana poco, se inclinarán por una supuesta subversión comoditicia: estar en contra dle gobierno y exaltar vivir "jodido", fumar mota y escuchar a Pink Floyd.
Si se gana bien, se queja menos, se "comprende que así es el mundo", que "lo primero es la familia" y se mira con desdén a aquellos "que se la viven quejándose".

Hoy los jóvenes que hemos visto protagonizar marchas tienen sus razones.
Pero es notorio que no presenten una nueva manera de articularse, copian las formas de los "adultos", aletargan resoluciones como "los viejitos" e incluso adoptan el lenguaje gastado de los "dinosaurios". Se ven hasta raros cuando hablan "en serio" o se dirigen a su contingente.

La mayoría infectados con la verborrea sesentera de un socialismo que nunca fue. Sin reparar en la crítica a ese sistema que desde esos tiempos ha sido solo una ilusión (deseable no decimos que no pero en concreto irrealizable hasta ahora).

Esos jóvenes entusiastas, ordenados, han olvidado hacer la crítica de sus profesores, que bien les transmiten conocimientos útiles pero que no dejan de traer jiribilla que entre líneas podría traducirse como un "frústrense como yo, sufran como yo, sucumban como yo, no busquen el progreso".

¿Dónde están los niños que iban a gobernar al mundo si siendo jóvenes se visten con las ropas viejas y apestosas de esos que ahora viejos hablan con palabras huecas, torcidas y sin claridad?

¿Dónde están esos jóvenes?

¿Dónde está lo nuevo?

Todos tienen sus razones y es verdad. No se les juzga, solo se observa que una fuerza antigüa se los ha tragado.

El extremismo viene con la juventud, el O todo o nada, así se coloca en pedestales intocables a pueblos indígenas, para ellos, todos son inocentes, todos son los oprimidos. Y pasan por alto a indígenas que sojuzgan a otros indígenas, indígenas que explotan a otros indígenas. A veces rayan en una actitud que parece verlos con cariño pero al mismo tiempo minimizados.

No carecen de razón, pues han sido los más explotados desde la conquista y la colonia, pero olvidan que el pueblo azteca, del que muchos de estos jóvenes se quieren sentir descendientes adorando a sus dioses en estos tiempos, este pueblo grandioso devoraba a sus enemigos, fueron odiados por los pueblos conquistados a las afueras de lo que hoy conocemos como Cd. México, Puebla, Toluca.

Los aztecas fueron terribles con sus enemigos (pueblos que resistieron la imposición religiosa y cultural de aquellos e intentaron continuar con sus tradiciones en regiones como Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, entre otros). 

Ilusiones, desilusiones, lentes opacos, no nos hemos atrevido a aceptar la historia de México tal cual fue. No nos hemos atrevido a aceptar la herencia española, con todo lo que fue.

La cultura azteca no deja de ser grande y significativa en la historia: pero no somos ellos. Y debemos aceptar lo que es positivo y terrible (a ojos actuales) de ellos, como de igual manera el legado español. 

Anquilosados, agarrados de un pasado falseado, acomodado para continuar fincando rencores que ya no tienen razón de ser. 

Pero, con todo y eso: cada quien tiene sus razones  





Me dejas sin hábitos


Moléstense si lo desean. Cubránse la conciencia con hipocresías alimentadas por la consejera televisión, la radio y demás pamplinas comerciales, pero hubo un tiempo en que una nalgada correctiva (no de las que descargan toda la ira sino la que detiene una conducta inapropiada) resolvía bastantes problemas futuros.

Vivimos en la época más hipócrita de todas, o quizá sea igual que todas solo que como nosotros la vivimos siempre nos posicionamos como los más en todo; y fuese o no, ahora se trata de que cada quien haga lo que se le de su gana porque cualquier correctivo es nocivo, "atenta contra los derechos del niño".

Hemos llegado al punto de que mejor no le digas nada, déjalo ser. Hay jardines de niños que exaltan el libre actuar de los pequeños, "que hagan lo que su alma hippie les comande". 

Y a la hora de ir creciendo y toparse con que en la otra realidad (llamémosle realidad para no entrar en camisa de once varas), esa realidad donde tienes que guardar respeto, llegar a tiempo, checar relojes de puntualidad, lograr objetivos de venta, metas de productividad, bueno, ahí es donde la puerca tuerce el rabo. Ahí es donde una buena nalgada pudo salvar muchas cosas. Ahí es donde uno puede muy bien mentarle la progenitora a la "educadora" que -la verdad rendida hasta el acoso de los enanos y peor de una demanda de los padres- los "dejó ser".

Los maestros no pueden regañar porque si no los padres los regañarán a ellos (con demanda y todo), los niños pueden demandar porque es su derecho. Todos atados de manos. 

Respuesta: pasividad.

El lasser faire ha trocado en usos obscenos de indiferencia, de voltear al otro lado, de hacer como si nada pasara. Al final, se piensa ahora que es responsabilidad del Estado también educar a los hijos. Qué sabroso. 

Yo, con perdón, pero de como se ven ahora los niños insolentes más que nunca (no por su culpa sino por la síiiiiiii, falta de educación, atención de los padres) prefiero mil veces cuando mi madre me dio una buena nalgada para sosegar mis actos terrorístas.

Ahora la madre está muy ocupada en pos de "realizarse como mujer", el padre finge "no saber cómo ser madre" y el niño a la buena de dios. Bien. 

Pero se supone que el gobierno tiene también que educar a tus hijos.

Oigo niños de entre 5 y 11 años corretear por el vecindario a eso de las 2 de la mañana. ¿Dónde está la madre? ¿Dónde está el tutor?

En las casas vuelan a diestra y siniestra peladeces y mentadas de madre, la tele encendida ininterrumpidamente, si no es la telecomedia es el "estar bien informado" con un viejito periodista que tampoco planea dejar el poder enternizándose antidemocráticamente.

Los mexicanos solo estamos pensando en las siguiente hora para tragar y tragar y tragar. Luego beber.
Atascar los problemas, empacharte de azúcar y masas, porque no se tiene tiempo para otras cosas. 
Solo hay tiempo para comprar, para dar el tarjetazo, para comer, comer y comer.

Cuenta cuántas horas efectivas trabajas, en serio. Los que habitan en oficinas, los que retrasan lo más posible la vuelta a casa, no tanto por el tránsito abultado sino porque los aguarda la mujer o la pareja con la lista de adeudos y con los niños despiertos.

Bien.

Pero el gobierno, suponemos, también tiene que resolver eso.

Mientras, los que no tienen trabajo ni nada mejor que hacer, salen a marchar.