Cuando se abraza una nueva fe (porque no es en si una religión), hay ocasiones en que el entusiasmo nos mueve a compartir con todos la gran noticia. Hay que tener cuidado de no ser encajosos con los demás, con quienes no han vivido esa experiencia.
Hay que vigilarse para no comenzar a adoctrinar a los demás cuando apenas se está aprendiendo.
Una cosa es compartir una hermosa experiencia, una vivencia increíble, con sinceridad. Y otra querer "enseñar a los demás y señalarles lo mal que están".
Por eso es indispensable que uno tome clases, que personas con la preparación debida nos guíen. Todo alumno debe tener su maestro.
Yo comparto en este medio de redes sociales mi proceso. Lo hago porque no tengo vergüenza de lo que hago, al contrario. Pero de ninguna manera quiero aleccionar o señalar a los demás.
Por supuesto que me encantaría que más se unieran. Pero no es a la fuerza. No es señalando. Sobre todo porque yo he pasado por un larguísimo camino de caminos hasta llegar a Dios.
Fui educado en la religión católica. Mi madre fue católica, luego franciscana, luego buscó en otras religiones, creencias y disciplinas. Al final, con una fe inquebrantable, con una fe que no era creencia sino certeza decía: Yo soy ferviente de Dios Nuestro Señor, Cristo y el Espíritu Santo. Punto.
Yo después de leer mucho y sentirme cultísimo llegué a la no muy original conclusión de que Dios no existía. Sin faltar al respeto. Simplemente yo sentía que Dios no existía.
Luego, también muy cómodo para los que nos sentimos intelectuales, cultos, socialistas y etc, me volqué al budismo. Porque mal llevado es como "tratar de ser buena onda". Cuando en realidad ser budista implica (como en cualquier religión) una dedicación y disciplina férrea. O sea que, como muchos, yo hacía como que hacía.
Fui agnóstico, más por lo cool que se oía la palabra que por real convicción y conocimiento.
Luego me fui a lo que ahora está muy en boga: le llaman espiritualidad. Y es creer en tu ángel, en usar piedras minerales y depositar ahí tu creencia y fe. Fue de las experiencias más bonitas que viví. Pero no me sentí completo. Me sentía aún solo. Desolado.
Ir y venir. Estira y afloje entre creer y no creer. En querer pruebas para creer. Y creencias comprobables científicamente, con lo cual se anula el hecho de tener Fe.
Diversas circunstancias me acercan al cristianismo. De una forma tan sutil, bella, tan clara como agua, que no he requerido de forzar mi mente o "convicciones" para aceptarlas. A toda pregunta, a toda lección he respondido, "Sí, claro que sí."
Pero el proceso no es fácil.
No es que digas ah ya, y shazam. Dios no es un genio de la botella.
Precisamente, al haber transcurrido yo en tantos años sin Dios, imagínate todo lo que traigo dentro. Los demonios se debaten, se revuelcan, les da coraje.
Y me lo dijeron: no es fácil. Se te van a aventar a la cara tus pecados, los más mínimos, los más recónditos, los que ni siquiera recordabas.
Me he sentido en profunda tribulación. Me he sentido mal porque me han surgido dudas. Me he sentido mal porque en momentos parece que le exijo a Dios que por el hecho de abrazar esta fe ya me de todo lo que quiero. Y no es así. Y sé que no es así. Y me duelo. Y estoy orando y pidiéndole perdón, perdón por pensar así. Por desesperarme. Porque esas son precisamente las cosas que Dios no acepta.
Pero El sabe quién soy. El conoce mi principio y sabe mi fin.
Me siento solo. Pero de manera distinta. Es difícil explicarlo. Es un río que se tiene que cruzar de esa manera. No significa que no tengas a tu lado gente que te ame. Pero uno por fin acepta que Dios acomode tu vida. Y se siente.
Por ello tampoco estoy solo.
Toda esta tribulación la encamino a mi oración y relación íntima con Jesucristo, con Dios, con la conciencia que es el Espíritu Santo. El está conmigo. Yo soy quien me alejo por mis iniquidades. Por ello la lucha. El jamás te abandona. Dios es bueno. Dios es sabio. Y hace justamente lo que yo requiero.
Aprender a aceptar no solo con humildad pero con gozo y agradecimento la voluntad de Dios es quizá de las cosas que más trabajo cuestan pero es lo necesario. Y dejar todo en manos de Dios te libera, pues lo haces en responsabilidad. Antes de amar a tu madre, a tu padre, a tu mujer o a tus hijos está el amor a Dios.
Aquí ya no cabe el "primero yo, luego yo y al último yo"; ese decreto que reflexionado no deja de ser triste además de soberbio.
Cuando uno se adentra se da cuenta que si es primero Dios precisamente todo lo demás está bien, y se llena de amor, porque El no va a dejarte desamparado a ti ni a nadie de sus hijos.
No lo comparto para provocar penas o lástimas o porras. Solo lo comparto.
Dios en ningún lugar de la Biblia dice que vivas azotándote, quejándote de tu pobre vida. Jamás lo dijo. No está escrito en ningún lado. ¿Quién nos enseñó a que ponernos en actitud de víctimas es lo ideal para Dios? Al contrario. Aguas con eso. Bueno, si no lees la Biblia, en cualquier película que hayas visto sobre Cristo, en ninguna he visto a Cristo contento porque alguien se victimice. El mismo lo dice, "No os acongojéis por vuestra vida. Ay, hombres de poca fe." En el Antiguo Testamento leemos que Dios clama en el desierto y dice, "¡Consolaos en el Señor!"
En velorios fíjate cómo muchos (no todos) de los que lloran a sus muertos están doliéndose más por ellos mismos que por el ser que partió. Observa. Igual y tú eres así. Yo fui así. Yo no sabía. Era ignorante. Dios jamás ha pedido eso. Ni los melodramas de telenovela, como si eso nos ganara el cielo.
Al contrario, Dios (y de hecho el sentido común y cualquier otra fe seria) te dice, "A ver, ¿te sientes mal por algo que hiciste? Porque no te portaste tan bien con ese ser que ahora yace muerto. Pudiste atenderlo mejor, pudiste decirle más veces que lo amabas. Está bien. Si te sientes mal es porque te duele. Ahora, no te quedes en el remordimiento. Arrepiéntete. Arrepiéntete de lo que hiciste mal. Pídele perdón a ese ser (vivo o muerto) y Dios te perdonará...y tú te sentirás perdonado. Y tómalo en cuenta. Y no lo vuelas a hacer.
Contrario a lo que piensas, todos tenemos mucho, mucho de qué arrepentirnos.
No te quedes en la amargura.
Por otra parte, debo decir que aprendí mucho del Dalai Lama, sin sus enseñanzas yo no estaría aquí. El mismo se expresa correcta y bien de Jesucristo. Aprendí también de amigos judíos, de la belleza, profundidad y amor por Jehová. Aprendí y constituyó una vital base la instrucción católica que recibí en mi colegio cuando niño.
Ningún hombre y mujer destacados, humanos, entregados a la Humanidad, se azotan chillando y arrastrándose por las calles; ninguno de ellos le falta el respeto a otra Fe. Incluso los ateos (que son rarísimos, he llegado a la conclusión, como otros escritores, de que en realidad no hay un solo ateo genuino sino enojados con Dios), incluso ellos, los genuinos, viven tan en paz que no requieren criticar a las religiones o a Dios.
Piensa en cualquier hombre o mujer que admires mucho. Que sientas que es ejemplo de humanidad.
Nunca vi azotarse ni arrastrarse ni querer llamar la atención con su sufrimiento a la Madre Teresa de Calcuta, ni a Martin Luther King.
Jamás vi a Juan Pablo II azotarse o atacar fieramente a otras iglesias.
Jamás he visto raspándose las rodillas y chillando al Dalai Lama.
Fíjate qué vidas, recuerda todas las cosas graves, terribles en las que anduvieron, y que atravesaron con fe y determinación y amor por sus semejantes.
Compartamos nuestras experiencias pero no ataquemos. Todos venimos de distintos lugares. Todos andamos en pos de nuestro Padre. Todos andamos en pos de paz. Todos queremos conocer el verdadero camino para rescatar nuestra vida. Todos erramos. Todos somos errantes. Todos morimos cuando nos apartamos del camino correcto. Y nos dolemos. Y cargamos nuestras heridas. Y las transmitimos con corajes, con enojos, atacando a los demás por nuestras faltas, rompiendo nuestros propios espejos.
Y cuando no sabemos queremos lástima y que nos apapachen porque es fácil eso y porque así manipulamos a los demás.
Pero también queremos encontrar el verdadero camino. Ser fuertes. Forjar nuestro carácter. Ser fieles.
Todos, ponle el nombre que quieras, todos buscamos lo más infinito, lo más poderoso. Buscamos a Dios aunque lo reneguemos. Porque todos somos falibles.
Yo se que atravesaré esta tormenta interna y Dios me indicará el camino correcto.
Y lo aceptaré con humildad.
Y agradecimiento.
Al final, esta es la experiencia más significativa, importante y definitiva que he tenido en mi vida.
Por cierto, ¿sabías de dónde viene la palabra Entusiasmo?
Viene del griego y significa: arrebato, éxtasis, inspiración divina. Una voz formada de entheus o entheous que significa Con Dios Dentro.
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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.