Cuando Gabriel pisó la Tierra por vez primera.
Cada año, cuando estoy a punto de cumplir uno nuevo, me aboco a hacer un sincero recuento de como veo y vislumbro mis días. Mi pasaje, mi pasar en este planeta ha sido variopinto. He sido de todo. A veces un poco de todo, a veces un mucho. Y no logro figurarme aún por qué los seres humanos son de tal forma. Misterio. Enigma. Razón para continuar o desistir. Nada ambiguo pero sí extremo.
Ahora que estoy a ocho días de cumplir cuarenta y cinco veo mi niñez como un episodio imaginario en cuyas remembranzas no quiero ubicarme más.
No puedo decir que viví una infancia infeliz. Todo lo contrario. Nada me fue negado. Provengo de una familia de clase media, cuando este estrato era un concepto nuevo y bastante agradable para quienes lo vivieron: se vivía bien, se podía ahorrar e irse de viaje al extranjero por lo menos una vez al año, se podía tener un auto, adquirir una casa o departamento, era posible planear, los empleos manejaban aquello llamado "la planta". Lograr la planta era prácticamente tener resuelta la vida: empleo para siempre. Pero no se era millonario. Me parece que esta llamada clase media, ahora lánguida, era la condición más adecuada para los humanos: existía la dosis del esfuerzo por lograr más metas pero también el lapso relajado para distraerse del tráfago diario.
Yo pensé que mi vida estaba resuelta.
Me estoy saltando la niñez, ¿lo ven? He comprobado que esta es una de las grandes diferencias que me distancian del comùn humano. Quienes crecieron con una vida cómoda como la mía añoran la infancia, la traen a cuento en cada evento, tertulia, fiesta. En los momentos en los que aflora la sensibilidad aunque sea afectada por los alcoholes, en particular los mexicanos, recobran su infancia como la época dorada. Luego su época adolescente. Y todos sin excepción muestran esa nostalgia que me parece a mí tan chocante. Pero cada quien vive su historia y así mira al mundo.
Yo fui un niño tímido. No me despegaba de las faldas de mi madre. No me atrevía a arrojarme siquiera bajo la lluvia de dulces de una piñata. No quería hacer amigos. No lo anhelaba. Yo quería estar solo en mi casa jugando con mis muñecos y autos.
Desde niño inventaba historias (como todos) pero la diferencia está en que yo dibujaba en hojas de papel blanco los créditos de mi película. Escribía los nombres de los muñecos protagonistas, el título de la película, quién la dirigía (un auto de control remoto llamado BM, era un BMW rojo). El comedor era un bosque, la sala era un planeta helado (era blanca) y así sucesivamente.
Mi compañera de juegos fue mi hermana Georgina.
Yugas Mouse: la banda más famosa de Rutsia
Ignoro la razón pero mi hermana y yo siempre mencionábamos Rusia, pero le llamábamos Rutsia. Formamos una banda, inventábamos canciones (como todos) pero la diferencia radica en que dibujábamos las portadas de los álbumes, creábamos las portadas con cartulinas y crayolas: Yugas Mouse se llama la banda.
Yo tocaba la batería, un conjunto de botes de Choco Milk y cajas de cartón. Mi hermana era la cantante principal y tocaba la flauta (a veces sus solos era lo que estaba aprendiendo en la escuela). Tocábamos el pianito de juguete (que años después usara Bjork), nuestros ritmos oscilaban ora en el funk, ora en el rockabilly, pero básicamente era algo que despúes aprenderíamos se llamaba punk.
Los discos aún están ahí. Nuestra discografía es dilatada. Me hermana abandonó la banda cuando creció. Yo le he continuado hasta la fecha.
La guitarra siempre la ha tocado Jonas Jons, además es mi socio para escribir las canciones de mis discos solistas (sí, también hicimos eso). Jacinto Jaswell es un genio del bajo. Él sustituyó a Ben Benoss, un oso de peluche enorme que abandonó la banda poco antes que mi hermana, ¿o fue después? No lo recuerdo. Se perdió unos años en las drogas y el alcohol y no tiene mucho que volvió con esa voz rasposa y ese rhythm and blues que tanta vida le daba a la banda. Hemos continuado colaborando en sus proyectos solistas y últimamente ha vuelto a Yugas Mouse.
Hablábamos de Rutsia y de Asia. Un chango de peluche llamado Changouw era uno de los hermanos Farnsworth, acaudalada familia de peluches que entre sus curiosidades se encontraba tocar música.
Pulgas Flies Farnsworth, era un perrito anaranjado, siempre fue el líder de la familia pese a que era el menor. Él era quién más atesoraba su dinero, pero también era de los más creativos. Conejow era un despilfarrador, su mancuerna y nana siempre fue Changow y el mayor, Gatow era reservado y de carácter más hosco, pero también una gran persona (si se le puede llamar persona, tal vez desde un punto de vista griego, lo eran todos).
Y me sigo saltando la infancia entre los terrestres.
Quizá le tengo esa tirria a mi infancia porque siempre fui un niño temeroso. Si me encontraba en mi ambiente, osea solo, me encendía y no tenía límites lo que imaginaba. Imaginé cosas bellísimas y también cosas crueles (como todo niño), mi particularidad radica en que no me olvido de ello y que siempre me quedaba reflexionando sobre lo que había hecho, ya sea bueno o malo.
Creía mucho en Dios, sentía que era bueno. Pero los niños en la escuela eran malos conmigo. Tuve quien me protegiera, pero eso solo aumentaba mi desolación cuando llegaba a casa. Tuve varios amigos, con el tiempo todos desaparecieron de mi vida. Dicen que por que yo era huraño.
En clases de deportes había uno que particularmente siempre supo como burlarse de mí y hacerme daño, recuerdo su nombre y no lo anotaremos aquí, pero es el único a quien recuerdo perfectamente, la mirada nefasta, empequeñeciendo sus ojitos, murmurando con su palomilla. Nunca lo olvidé.
Me sentía y era feo, aborrecía mis enormes lentes de fondo de botella. En especial mi nariz. Mi gran y aguileña nariz. Mamá sufría mucho con mi sufrimiento. Porque en casa yo era grosero y displicente. No fui un buen hijo de mi madre.
En secundaria, pese a que nunca pude ser bueno para los golpes, me volví "rebelde". Conocí el más allá de Kiss. Vinieron a mis oídos artistas que hasta el presente día adoro. Uno en especial: Peter Gabriel.
Cuando un amigo (que extraño mucho) me pasó un caset que contenía el álbum 3 me voló la cabeza. ¿Qué era eso? ¿De dónde venían esos alaridos como de Tarzán, esos tambores africanos, esos ritmos, ese misterio en la voz y esas letras que te succionaban a mundos indeterminados que jamás había imaginado? Desde ahí siempre he sido fan de Peter.
Considero que también lo he seguido todo este tiempo porque me parece una buena persona.
Las buenas personas.
Cuando pasé de la adolescencia a la juventud me sucedieron cosas que cambiaron mi vida totalmente: me volví ultra espiritual, busqué y atestigué avistamientos ovnis, me entregué al estudio de las cosas del más allá, me aboqué a seguir las enseñanzas del Dalai Lama. Él me dijo las cosas como yo las pude entender para afirmar: Gabriel, tienes que domesticar ese carácter.
Siempre fui malhumorado, le llaman "de carácter fuerte". Con el tiempo y mis lecturas (también siempre quería estar solo para poder sumergirme en mis lecturas) aprendí que el ser corajudo solo demuestra miedo. El ser enojón solo es un signo de debilidad profunda. Uno como pez fuera del agua, frustrado, se agita violentamente porque no quiere reconocer que no se es lo que se cree de grande. El ser de carácter fuerte es realmente ser de carácter débil. Pero aún en nuestros días se interpreta de ese modo. Ya no diré si está mal interpretado o no. Quién sabe. He llegado a una edad en la que en verdad uno dice sí pero puede ser no, no pero podría ser sí. Todo es válido y todo no es válido. La edad del quién sabe. La nueva ignorancia luego de leer no sé cuántos volúmenes ¿5 mil? No llevo la cuenta.
La gente siempre quiere hoy estadísticas. Por eso este mundo también puede mostrar una cara tan triste, tan aburrida. Todo tiene que ser medible, cuantificable. Todo tiene que tener camisa de fuerza. Hoy importa más la seguridad que la libertad. De las dos ilusiones me quedaré siempre con la última.
Total que digo que las buenas personas. Siento que la bondad continúa siendo la gran desterrada de los nuevos tiempos. Ser buena persona es ser un pendejo. Ah, es muy buena persona. Hubo un tiempo en que me ofendía que la gente se refiriese a mí como una buena persona. Me dolía de alguna chica porque con ello, de manera terriblemente fría y cortés, te está diciendo que no le atraes.
Es curioso, pero ahora que hago este recuento de retazos, compruebo que tuve "más pegue" cuando estaba muy pasado de peso y sobre todo, cuando era un hombre "de carácter fuerte". Llegué a tener relaciones tan "intensas" (le llaman ahora) que casi llegábamos a los golpes (jamás he golpeado a ninguna mujer). Y en mi tránsito del no me gusta esto al yo quiero esto, fue cuando me alejé. Una de esas mujeres ha resultado ser, luego de todo este tiempo, yo ya en la edad que llaman madura (sea lo que fuere esa designación), la mujer de mi vida; como dicen. Se llamaba (porque ya no existimos para nosotros) Ivette. Luego de ella, pagué con creces una aventura desaforada, extrema. Pagué con creces hasta la fecha. Y hasta la fecha siento que jamás cubriré el saldo.
La cuestión es que antes todos coincidían en que "Gabriel es muy talentoso pero es insoportable su ego, su soberbia y su ser displicente y prepotente". Así me veían. Y sí, así era. No puedo decir que no me lo explico porque hoy de pronto me salen disparados preámbulos de lo que era. Pero ahora lo dirijo precisamente con la gente que es grosera, prepotente y mamona. Soy mamón con los mamones. Pero primero, siempre siempre me acerco con amabilidad. Aún creo en la gente. Qué inocente.
Pero debo reconocer que al más mínimo gesto de grosería, si noto que quieren ponerte la bota en el cuello, de inmediato mi actitud es gélida. No soy grosero, no ataco, no urdo tramas para hacer daño, no puedo, nunca supe hacer esas cosas ni quiero. Pero sí soy muy mamón.
Hoy me da gusto que la gente se refiera a Gabo como, alguien que "tiene su carácter" pero que es muy buena onda. Gabrielo es una buena persona.
La civilización amable
Pienso que siempre he llevado la contra. Si hoy en día todo mundo fuera honrado y amable seguramente yo buscaría la manera de ser lo contrario. Siempre me he llevado la contra. Cuando siento que estoy en un lugar cómodo llega un día en el que me sacudo todo. La mayoría de las veces soy abrupto y desaparezco sin previo aviso.
En estos días aciagos en los que el mundo ya se acabó desde hace años y aún ni siquiera nos percatamos, zombis imitadores deambulando nuestros sueños perezosos y vidas sin chiste, endeudadas, aparentes y groseras, yo defiendo la vuelta de la civilización. No digo civilidad porque atrae conceptitos que los políticos han sabido hacer mierda, como todo lo que tocan.
Ser hombre de nuevo. Ser el hombre cabal, el hombre entero. El hombre que vemos en nuestros abuelos. Masculinos, fuertes, jamás doblándose ante nadie. El hombre honrado, de trabajo, el hombre de su fe, el hombre bueno, el hombre hombre. No hay. No hay en ninguna parte.
Yo ahora lucho, me esfuerzo, con ganas, sin amarguras, solo por experimentar esa rareza, en ser un hombre entero.
El regreso del hombre.
Las redes redes y mi papel en ellas.
Iré y volveré sobre los episodios de mi vida como me salgan, no escribo una biografía y además sería algo futil y carente de interés aun para mí.
Resulta que me considero todavía ese niño tímido. Lo soy. Algunos sonreirán porque al ver mis presentaciones pareciera lo contrario. Pero lo soy. Toda mi vida la vida me puso justo en el lugar para salir de mi segura coraza.
Yo decidí estudiar publicidad porque a pesar de que mi verdadera vocación (no sé si buena o fatal) es la literatura, me gusta vivir cómodamente. La vida no me ha concedido de nuevo esa gracia. Vivo al día (como millones, nada heróico) pero trato de pasarmela bien. No me trago el papel del arrastrado de capa por el mundo porque nadie lo comprende o la del poeta maldito. Curiosamente estos fingidores la han sabido hacer en el mundo. Publicidad que yo no aplico a mi persona.
Estoy actualizado en las formas de comunicación a través de las llamadas redes sociales, la internet, etc, pero no aspiro a tener enemil seguidores, no tengo familia ni amigos para atiborrar mi cuenta de facebook y al mismo tiempo me gustaría mucho que leyeran mis novelas y si se atreven algún poemita.
Pero por diversas razones que no vienen a cuento ahorita me propuse no buscar yo el ser publicado, no ir y pedir el favor a alguien, no vender nada en ello. No porque esté mal hacerlo sino porque no lo siento. Siento que cuando he buscado encarnizadamente algo en la vida a mí no se me ha dado. Vendrá cuando tenga qué. Solito. Hasta con las mujeres es igual: yo jamás he conquistado a una mujer. Siempre ellas se han acercado a mí y de ahí yo he hecho mi labor, pero sabiendo que ella ya me había echado el ojo primero. Supongo que así es. Pero no soy yo el que se levanta de su mesa, cruza el salón y sostiene una conversación con una chica que luego se llevará a la cama. Nunca nunca me ha resultado. Y contando los años que tengo ya tiene rato que evité hacer esos ridículos.
Pero sí soy imán. Simplemente he aprendido que soy imán y que atraigo. Casi no tengo que hacer nada más que ser yo. Nunca he intentado ser alguien que no soy, no me sale, no sé, no puedo. Así que simplemente me dejo ser yo. Y así he conocido a muchas mujeres, todas hermosas en su ser, todas con algún tesoro que me han dejado para siempre. Y mi imán no está en lo físico sino en ese conjunto extrañísimo que hace a Gabrielo atractivo para algunas mujeres, casi siempre las raras, las brillantes o de carácter incendiario, independientes, rebeldes, nobles, ¡fascinantes!
Bueno pues llegué a un punto en el que me dije, ¡sí! Quiero tener amigos, quiero ir a reuniones, quiero cantar karaoke, quiero convivir. Pues ahora que quiero, no se ha dado.
En las redes entro y salgo porque experimento, porque trato de indagar cómo somos las personas, qué nos mueve, por qué hacemos tal o cual cosa, porque reaccionamos incluso a un cambio de avatar. He encontrado que llega a ser verdaderamente frustrante para alguien el que cambies tu fotografía de identificación en tu cuenta de Twitter. Cuando yo lo he visto es cierto que se siente una incomodidad muy rara.
En fin, que obviamente, trato de "hacer contacto". Y para mi sopresa he encontrado un par de personas que, además de admirar muchísimo, son grandes personas.
La mayoría resulta ser gente fantasmal, virtual ciertamente, con la que intercambies frases. La cosa está en que yo sí soy yo, o era yo. Y los demás no siempre son ellos. Muchas mujeres buscan los halagos para levantar su ego alicaído y volver a su triste realidad con el marido o el novio que jamás dejarán. Otras se quejan de sus parejas, lloran por ellos desconsoladamente. Y los hombres que deambulan por ahí intentamos ser los galanes rescatadores cuando al final tal vez solo quieres acostarte. Pero yo no estoy en esas búsquedas ni se me antojan ya. Pero son un síntoma de la soledad que nos abunda a todos. A pesar de todo, las redes sociales son una bonita compañía para quienes se sienten solo. No estoy de acuerdo con quienes predican que "los medios masivos aislan a la gente". Tù te aislas porque quieres. Nunca me había conectado con gente tan interesante en Nueva York, Sidney, Berlin, Milán o Paris.
Total que se hace un embrollo. Porque somos y no somos. Porque presentamos la mejor foto que tenemos para vernos hermosos y las frases que salen en esas cuentas sociales siempre hablan de "ver con los ojos del alma". Es así, todos deambulamos, pero algo nos impele a distraernos de nosotros mismos, asumirnos cuesta bastante. Mejor compramos cosas o nos quejamos. No me quejo, ni critico, simplemente es así.
Todo mundo es o el ultra crítico, a veces rayando en peladez, de las situaciones sociales, todo mundo es el gran preocupado por lo que pasa en el mundo, en el país, pero también todo mundo es filosófico. Citamos a autores célebres, damos consejos. Se barajea mucho el amor y como amarse a uno mismo y resulta que nadie aplica eso en su vida diaria. En la vida real.
¿Por qué? En eso estriba una de mis curiosidades al entrar ahí. Porque comprobado está que es rarísima, no imposible, pero en verdad rarísima la posibilidad de encontrar un amigo. Sobre todo desde que un amigo me rompió el corazón amistoso haciendo justo lo que puede hacer un amigo para desilusionarme: se quedó con unos discos y videos preciados para mí, jamás quiso acompañarme a ver juntos a nuestro héroe Peter Gabriel (prefirió ir con sus jefes o amigos adinerados) y de pronto, en una comida, ya no lo ví con ese ángel, sino transformado en todo un Michael Corleone...¿dónde nos perdimos? Me dolió.
Ni triste ni feliz
Me incomoda un poco que la gente vea a un solitario como un triste. Qué triste todos dicen que soy. Y no es así. Me incomoda que cuando uno quiere ser sincero y de nuevo Buena Persona, la gente te aborde como el indefenso y "pobre". No es así.
Es parte del experimento, pero sí es curiosísimo porque yo, en correspondencia, igual pienso de ellos. No niego que sí, de pronto quisiera una compañía, una mujer con quien hablar, como dice Billy Joel, pero estos últimos años para mí ha sido un deseo exhabrupto, un episodio. Y punto.
Estoy casi seguro que a partir de aquí mi vida transcurrirá en absoluta soledad en lo que a parejas se refiere. Simplemente no lo veo ya. Ya estoy en otro planeta.
He meditado mucho en ello y probablemente es por el desamor pasado, tal vez porque la situación económica no da para mucha generosidad y con ello caballerosidad (aunque salten y digan que no importa sean sinceros, sí importa, no es lo más importante, pero sí importa, ya dejen de ser hipócritas por favor, conecten lo que dicen con lo que realmente sienten), tal vez sea la edad, mi convencimiento de que no me hace fuerza ser padre; a pesar de que cuando veo a mi amado sobrino David y convivo con él, y jugamos, y lo pasamos tan bien, me viene un deseo de tener un hijo, y de inmediato vienen atrás las cuentas, la falta de libertad para hacer lo que me gusta y lo que es mi vida, la economía, el no tener ya ni siquiera la mujer adecuada sino la mujer punto. Y no. Mejor así.
La gente saca su corajito disfrazado de que eres libre cuando estás en una reunión de contemporáneos, todos casados, todos con niños, todos gordos, calvos los hombres, canosísimos; las mujeres obesas, con el cabello corto, descuidadas y un gesto de ya ni modo, cuando saben que tu novia tiene veinte años (yo no he cometido esa falta de tacto de llevarla a esas carnicerías), que detectan que estás más a gusto que ellos; luego luego avientan: ah, ¿no tienes hijos? Es que es una gran responsabilidad, ¿verdad? Pues sí, pero también es una gran responsabilidad estar conciente de que uno no será el dechado de responsable para darle a los hijos la paciencia y esfuerzo que se requieren para hacerlos "hombres de bien". Y al ver cómo está el mundo me parece que no han hecho un gran trabajo.
También les da coraje que uno esté solo porque, en efecto, tiene uno más tiempo para dedicarse alo que le gusta. ¿Pues no ellos querian tener hijos? Reconozcamos que la mayoría por no decir todos se tuvieron que casar porque se embarazaron. Eso es un golpazo. Entiendo que sientan envidia. Pero uno qué.
Por fortuna fui casado, con lo cual la libro un poco de las sospechas de homosexualidad. Todo hombre solo es tachado de homosexual, ¿y sí? porque yo me la he pasado bomba con mujeres de todo tipo, sabor, color, peso, nacionalidad, etc.
Por otra parte, también he llegado a un punto de mi vida en que me tiene sin cuidado. Estos últimos años en los que no he logrado volver a sentir ese arrebato por una mujer (la última se casa próximamente y me hizo como quiso sin haberme querido, pero que la tuve como la mujer que más he amado en mi vida) a veces pienso si explorara con alguien de mi propio sexo. Pero pues no. Esas son cosas interiores. Es errado proclamar que es una decisión. Y siempre preferiré los aromas gratos y no tanto, de una mujer, siempre será para mi un goce indescriptible sus formas.
Siempre preferiré amanecer, abrir los ojos y ver a una mujer despeinada bellamente, su respirar, su estar en el quinto sueño luego de que la besaste toda, hasta las uñas de los pies; prefiero eso. Cómo hablan, caminan, cómo se visten, cómo se desnudan, sus voces, ese enigma que jamás podremos resolver, sus lógicas contrariedades, las mujeres son lo máximo, pueden ser más crueles y vengativas que un hombre y siempre, siempre han dominado el mundo.
Que no me cierro, no veo nada de malo en amar a alguien de tu propio sexo, simplemente no me preocupa, no me ocupa, no lo ando ahí cargando. Y no comprendo por qué aún hay tanta resistencia. Al final, es el amor lo que cuenta.
Yo soy Yo
He llegado a un punto de mi vida en el que puedo ser un poquito objetivo y reconocer para mis adentros que escribo muy bien, que tengo un par de novelas que me encantan, que son originales, que son mías mías y de nadie más. Bueno, que le gano a la mayor parte de montañas de basura que publican y que venden en el Sanborns, consuelo de tontos, pero pues sí. Y? Y? (como gritara conocida artistilla de tele).
Me atrevo humildemente a reconocer que me agrado. Que me gustan mis ojos y mis pestañas, mi boca y mi narizota, mis cejas. No me gusta mucho mi mentón. No me gusta mucho el cachete. Pero me agrado. Me gusta lo que dice mi rostro. Me gusta lo que dicen mis ojos. No me gusta mucho ser tan transparente, no sé fingir, tal vez por ello abandoné la aventura de querer volverme actor. Pero soy muy histriónico, no canto tan mal las rancheras y sé imitar voces. Yo me divierto de lo lindo.
Me gusta mi cuerpo, lo acepto. Me agrada. A mí me agrada. No me gusta la imperceptible aún jorobita mini jorobita que me heredó mi madre. Pero me gusto mucho.
Me gusta mi trasero. Nunca he envidiado a un hombre nalgón, me da incluso un poco de asquito. Las nalgas las debe tener la mujer. Pero tampoco tengo una raya. Me gusta lo que Diosito me concedió fit all sizes y está bonito. Y tiene un lunar muy sensual.
Me encantan mis manos. Me encanta que existan mujeres que amen mis manos. Una en especial jamás la olvido, noble y hermosa mujer, un alma buena llena de victoria en su corazón. Me gusta que mis manos me gusten y que escriban mis imaginaciones y mis reflexiones.
Me encanta escribir con la izquierda; y además ser zurdo.
Me encanta mi cabello. Este año me propuse domesticarlo y ser ya "un señor de 45" pero pues no se deja. Mi cabello tiene vida propia así que ya lo dejo hirsuto como es, como se le pegue la gana ser.
Me gustan mis pies, me gustan mis piernas, no me molesta mi espalda ni mi pecho. No me gusta ser tan velludo, pero no me molesta tampoco. Solo cuando los calores. A veces tengo que aplicar la ciclista o nadador y rasurar todo. Cuestión de supervivencia.
Me gustan mis tatuajes. Y lunares.
Me gusta mi mente. Me gusta lo que pienso y como pienso.
Me gusta mi corazón. Me gusta emocionarme.
Me gusta no saber cómo aprovecharme del talento de otros y en cambio me encanta descubrirlos y me gusta intentar ayudarlos a que se enfoquen y triunfen.
Me gusta no saber robar. De plano no sé ni puedo, si me robo un sobrecito de sustituto de crema, me cachan.
Me gusta que creo en todo y no creo en nada.
Creo en Dios y soy ateo, soy muy espiritual y me gusta tener mi iPad. Me gusta ser intenso (se me ha acusado de ello) y también de poder ser calmado para reflexionar (también se me ha acusado de ello)
No creo que un político pueda ser honesto y honrado, y sin embargo por ahí debe haber alguno, no lo dudo. Solo que no lo he visto o lo mataron.
Me encantan los perros. Son las criaturas más maravillosas de este planeta. No me gustan mucho los gatos pero aprecio su presencia, sus ojos hermosos, su altanería, su soberbia que se entiende. Amo a los perros. Son la onda. Deberíamos ser más perros. Y no entiendo porque esa palabra la usan peyorativamente.
No me gusta la gente grosera (y no digo que alguna vez yo lo soy, raro, pero puede pasar). Mas si quieres hacerme estallar sé prepotente conmigo. No se lo permito ni al presidente de la República, neto. Puedes ser mi jefe pero no soy tu esclavo. Por esta razón me despidieron de no pocas agencias de publicidad. Siempre me han tenido como extremadamente creativo y talentoso pero no admito que un cliente me quiera humillar. Jamás ha pasado ni pasará.
No me gusta la ignorancia aunque he aprendido que a veces es más sano no saber nada.
No me gusta la gente que presume de ser intelectual, médico o ingeniero o artista y que te lo quiera vomitar a la cara como si uno tuviese que rendirles pleitesía. Cada quien puede aprender todo eso si es su vocación. No hay nada extraordinario. Claro hay excepciones pero ya se murieron: Miles Davis, John Lennon, Picasso, Rimbaud, Paz. Y luego, me gustaria preguntarles ¿usted toca un instrumento, o habla tzotzil, puede tallar un bonito mueble de madera, sabe cuándo se siembra y cómo? Ah, entonces respetemos, admiremos, aprendamos.
Amo la vida y la odio. Quiero tener el valor de poder apagarme yo solo, algún día, mishimamente. Pero también disfruto de cada día y estoy conciente de saber que uno no terminará muy bien, que vendrán sufrimientos indecibles y que esa decisión no es mía pues ni yo vine aquí por mi propio pie.
No me turban ya las sinrazones de traernos a este planeta porque sé que habrá un punto en que exhalaré: Oh, sí, ya comprendí.
No ando en modo buenito ni risueñito idiota todo el tiempo. Simplemente estoy a gusto.
Me contraria el mundo, la gente. Han pasado 45 años y aún no he podido aprender a convivir entre ustedes. Pero respiro y continúo. Y admiro como ustedes pueden vivir amontonados, dejar de ser ustedes y aún así saber llevar la vida.
Hasta el día en que la vida me diga, "bueno, hasta aquí Gabriel".
Estoy preparado.
Esta entrada se escribió escuchando al gran John Cale, su tema "Antartica starts here" de su álbum intitulado Live at the rockpalast.
ReplyDeleteEres un humano increíble!!!
ReplyDeleteGracias x alunizar x acá
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