Susan Sontag o la helada fascinación de la inteligencia superior

Leer a Susan Sontag es un reto. 

La primera vez que supe de ella fue a través del diario mexicano La Jornada. Ella había estado en México para asistir a un ciclo de conferencias, no recuerdo ahora cómo se llamó.

Qué mente.

Una capacidad de análisis minuciosa y precisa. 

Precisión. Me parece que es una de las palabras clave que definen el pensamiento de una verdadera intelectual, pues eleva la capacidad del pensar a cimas himalaya.

 

Cuando vi sus fotografías de joven, me cautivó su belleza, su mirada intimidante, unaa mirada que parecía te decía, ¿Te atreves? ¿De veras quieres expresarte frente a mí?...

No sé si fue prepotente o no, pero era grandiosa y diosa, y ante una mujer hermosa y tremendamente inteligente no queda más remedio que temblar, y para tranquilizarse, callarse la boca, escuchar: leerla.

En una revista, me parece que fue en Vuelta, se publicó hace años una entrevista...me dejó pasmado la ignorancia del entrevistador sobre la obra de Susan Sontag, casi un sacrilegio. 

La propia Sontag, en un momento, casi desesperante, pero ella, educada practicó toda su carga de paciencia y tolerancia, le llega a preguntar al lamentable entrevistador,"¿Si ha leído usted algo de mi obra?" Qué pena, como para cagarte ahí, pedir perdón, abrir la ventana y arrojarte al vacío.

Pasa.

He trabajado en una especie biografía de una de mis escritoras favoritas y más veneradas pensadoras, no una biografía como tal de Susan, si no otra, su espejo, su otro lado.

Ojalá un día la concluya, no es fácil para mí, pues podría nada más lanzarme a la imaginación y a lo que se de su obra (creo que la he leído toda), pero eso no es suficiente. He tenido que estudiar más, saber más, para escribirla con el respeto que se merece.