La mayor ilusión que nos hemos echado cual encantamiento la Humanidad toda has sido aquella que sustenta toda validez de pensar y actuar sobre lo que llamamos La Realidad. Ilusión o engaño, tal como cada cristal en los ojos quiera verlo.
Atribuir nuestras acciones y procederes diarios a ideales o incluso a la imaginación detona muecas, miradas interrogativas mas mudas, amordazadas -pues bien que quisieran echarnos en cara nuestra inocencia o estupidez-, cejas levantadas, etcétera.
En este siglo la imposición es ser Real, ser concreto. Se premia lo que se aproxima a lo Real. Sin embargo, tan inasible y cambiante es la realidad como la fantasía. Tan hermanas a veces.
El hecho mismo de emprender una adaptación cinematrográfica de una vida real es en sí un acto de imaginación. Su resultado también lo es pues transmutar exactamente un suceso o una cadena de episiodios registrados como biográficos o históricos (o sea, reales) es también no real, imaginario o, para no hacer sentir que queremos cancelar su búsqueda: resulta en Otra realidad.
Y las Otras Realidades son, del mismo modo hechos imaginados.
La realidad es entonces eso que vemos, lo que se muestra frente a nuestros sentidos. Pero su contenido esta conformado por una realidad que no es la que vivió el personaje que experimentó esos sucesos dignos de ser llevados ya sea a la pantalla grande o al libro.
Parafraseando a Camus, el único artista realista sería, si existiese, Dios.
Productos resultantes de un proceso creativo o imaginativo no necesariamente son fantasía o mentira. La manera en que se presenta una realidad sucedida al ser re-presentada anula la totalidad de una realidad sola. La realidad también ofrece posibilidades de interpretación. Estas pueden transcurrir dentro de un entorno aceptable o "realista", pero también pueden extenderse hasta regiones que podrían muy bien ser irreales y no por ello mentirosos.
Por supuesto que hechos que trastoquen la visión de quien narra su historia (ya sea vertida en un libro o en una película), que se opongan a ella, pueden poner en entredicho "la realidad de las cosas", y dentro de esa realidad demarcada cuestionar su verdad o falsedad.
La realidad no es necesariamente la Verdad
Suponemos que aquello que nos muestran los diarios Es la realidad pues nos informa de lo que sucede en nuestro país de origen y en el mundo, nos cuenta "que es lo que esta pasando".
Nos apegamos a ella con la conciencia de que es la realidad y que por serlo es un deber casi de confirmación humana (que no humanitaria) mantenernos pegados de esos hilos.
Al mismo tiempo y contradictoriamente, el deporte preferido de los reparadores del mundo, café o te en mano, es negar esa realidad. Estamos convencidos de que los diarios mienten, al menos los que no seguimos, esos mienten. Nuestro preferido no.
En este punto me pregunto si no sería saludable repasar la lectura de aquellos diarios o canales televisivos que precisamente no seguimos porque pensamos que nos mienten. No de manera adictiva sino en ciertas dosis para aprehender un poco más de las enemil caras que nos presentan una misma Realidad.
Por otra parte, al parecer aquello que se nos presenta como realidad y que, según nuestra percepción, es mentira y por ende no es la realidad, se ofrece de manera endulzada o cortés. Mientras que la realidad que se toma como verdadera replica a gritos, ahora muy comunmente, agresivamente en manifestaciones, marchas, y mensajes mediante las redes sociales.
Una película (muy buena, por cierto) se lanza al mercado como comedia cuando se trata de un drama: Birdman. La razones pueden ser muchas. Quizá la estrategia de mercado apostaba a enviarla como comedia para atraer más público a las salas y quizá por las probabilidades de obtener premios. Esto segundo lo dudo pues las academias tienden a premiar proyectos que en sus historias muestren el esfuerzo sobrehumano por vencer la adversidad. Aquellas actuaciones en las que el esfuerzo y (sobre todo) deterioro físico son fundamentales para contar la historia son las que más se premian. La comedia no se considera de un nivel de reto tan merecedor. Su condena es su propio género: la comedia no es seria.
Ahora no solo se revisa la historia narrada, si fue contada con el detalle o la emotividad necesaria, precisa, equilibrada, si fue verosímil, si toca los corazones o las mentes; ahora también pareciera concursar el drama que haya vivido el director en la vida "real". Por ejemplo, el director de Boyhood, a mí humilde parecer impuso más la campaña sobre el tiempo que le costó aguardar a que sus jóvenes personajes crecieran para volverlos a filmar que la consistencia o buen resultado de la película como tal. Me parecía que este tipo de esfuerzo, loable sin duda, pertenece más al campo de lo documental y no del cine.
Ahora no sabemos si el actor esta actuando más fuera del set que dentro. Un ejemplo que ya esta rayando en lo patético, por no decir, caricaturesco, es Johnny Depp. Actor que otrora mostraba gran talento y que ahora es descaradamente un producto de venta indiscriminada. Si ese es su modelo de negocio y metas, no es cosa nuestra criticar. Lo que tocamos aquí es la materialidad de la apariencia: Un actor tipo Johnny Depp aparece en entrevistas o entregas de premios prácticamente disfrazado: sombreros de safari, lentes redondos (muy en boga para dar el toque pseudo intelectualoide), bigote y barba (sí, de pirata). Un disfraz que quiere vender cierta rebeldía (imposible de creer), los tatuajes (quizá en su tiempo realizados con propósitos no comerciales), pareciera que los consejos del equipo de "imagen" al "diseñar" el cómo "debe de verse" un actor o actriz llega a tal grado que les resta naturalidad. Por lo menos los que ya están rayando en la exageración, como el caso representativo que describimos. Estos actores tienen que actuar tanto en el set como fuera de él: es su trabajo. Y nosotros, en nuestros fueros internos y externos, ¿no actuamos también? O ¿no deberíamos hacerlo? Caso aparte y dramático es el que están sufriendo las actrices. Mujeres que no han llegado a una edad en la que fuese imperativo realizarse alguna cirugía estética, cambian radicalmente su fisonomía. Ya no para preservar la ilusión de la juventud que se va y que nada ni nadie detendrá, sino el aspecto en si mismo. Ya no buscan continuar pareciéndose a sí mismas sino convertirse en otras totalmente. Irreconocibles, Uma Thurman o Renne Zellwegger, por presiones de sus agentes, porque no reciben la atención que desearían ellas del medio, cambian su fisonomía. Además del cruel tormento del juicio público, lapidándolas sin piedad, no es inconcebible pensar que no estan a gusto con ellas mismas, desde muy dentro.
Pero, al final, ellas viven para estar expuestas a millones de miradas escrutadoras, inquisitivas...si fuese nuestro caso, ¿cuántos de nosotros estamos realmente agusto con nuestra apariencia física, no ya nuestra personalidad?
¿Deberíamos asumirnos concientemente actores en nuestro diario vivir?
Como siempre, cada quien lo asumirá como quiera, pero todos actuamos. Todos representamos un papel. No sabemos si sea bueno o malo. Pero en su entorno, tener roles ordena. Asumir roles impide que se desborde el caos.
La sociedad de la Contradicción.
Desde hace años he escrito sobre esta paradoja que me ha perseguido durante toda mi vida, irónicamente redundante, la paradoja de la paradoja: la lucha con nuestras contradicciones y las del mundo. En estas entradas en mis blogs trato de ilustrarlas de manera accesible echando mano de lo que nos rodea y permitimos nos adentren día a día.
Cuando nos reconciliemos con nuestras contradicciones, con nuestras mareaas y oleajes internos, podremos hayar, de algún modo, una camino un poco más tranquilo, menos tenso en nuestras vidas. La teoría de la Contradicción pasa por todo, acepta y rechaza todo, pero (sí, contradictoriamente) tiene sustentos clave, arropa aquello que considera sus valores inamovibles en lo más posible, pero no pierde la flexibilidad ni la apertura de miras.
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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.