Al parecer he dominado por fin el arte de brincarme banners, encabezados, videos, notas, tuits que refieren desgracias, penas, muertes, devaluaciones, fraudes y todo ese conglomerado de heces que gustosamente devoramos todos los días. Bueno, yo no tanto ya.
¿Qué nos impele a seguir esas noticias sueltas en tono de alarma, siempre desencajadas, siempre en boca de los jinetes del apocalipsis de los medios masivos? ¡Mirad, infieles, el final ya se viene! ¡Ahora sí esta es la buena: moriremos aplastados pero con dignidad, luchemos aunque nos ignoren, gritemos aunque nos callen, sigamos deprimiéndonos y deprimiendo al prójimo pues este es el reino de la desesperanza y tu lo consumes y tu lo respiras, oh, prójimo, hermano mío, mi traidor, mi conejillo, mi enemigo compatriota!
He cumplido otro mes sin abrirle mis poros a las noticias de índole trágica, alarmista, fatalista, las que ya conocemos. Esas que nos "informan de lo que sucede en México y en el mundo para poder decidir". Sigo sin comprender que nos quieren decir con aquello de "para poder decidir" Decidir, ¿qué? ¿Si nos pegamos un tiro de una buena vez? Tamaño problema: nuestros familiares teniendo la pena de hallar nuestro fétido cuerpo luego de semanas, confirmar que sí, que éramos nosotros, nosotros los débiles, los que nos fuimos por la puerta falsa, los que no soportamos la mierda, los que no aprendimos a nadar en ella dichosamente, que no aprendimos a saboreárla en nuestras bocas y tragarla sin reclamo.
En fin, dejemos el tono melodramático ya característico de los medios y de los escritores "comprometidos". Yo he estado si no a gusto, muy en paz. Alejado del bullicio y de la falsa sociedad. Dedicado a releer a mis héroes. Esos si te narran el mundo con ojos díafanos, reflexivos, sin deseo de espantarte pero sí de hacerte reflexionar. Corrijo: sí he estado a gusto.
No es posible irse al otro extremo y cerrar las puertas al mundo que esta y que es. Lo que sí es posible y que me propuse ejercitar es una dieta de medios. Me pregunté muchas veces, ¿por qué esta necesidad de "saber" qué está pasando? Ahora que han transcurrido más de tres meses desde que emprendí mi escalada a la montaña transparente, de pronto me vienen recuerdos de las noticias que me impresionaron y que no podía creer, con todo y todo, que pudiesen suceder en mi país. No lo ignoro. De hecho mis libros (por ahí extraviados en el underground) siempre, irremediablemente, me adentro en las contradicciones humanas, en los ires y venires del país en el que nací. Pero estaba agotado de tanto melodrama, injusta dislocación que los medios ejercen sobre los que sufren en carne propia las obsenidades de las luchas entre los cárteles, federales y demás.
Quería recuperar mi centro, quería reflexionar y no nada más criticar. Que la crítica me gusta más que sea ponderar y equilibrar a señalar y gritonear.
El alarido y el ladrido es lo que impera hoy en día en mi país. Y al decirlo caigo en la red de todos los "preocupados", de los "indignados", de los que "ya despertaron". No lo ataco. Solo pienso que la gran mayoría de ellos solo se han montado en el carruaje, han seguido la caravana circense, para ponerse el letrero de "activista" sin hacer en realidad mucho más que tuitear groserías y mentadas de madre.
En fin, ¿ven? No te deja ese huracán, te succiona, te traga. Alejémonos.
La dieta de medios se sostiene en la idea de que revisar el camino propio, las acciones y los dichos es, al final, la única senda posible. Requiere sinceridad y voluntad, se requiere disciplina. Y no a todos los mexicanos se nos dan estos atributos. De hecho, los denostamos. Le lanzamos cargos inusitados a quienes vemos firmes en sus objetivos, ordenados, cumplidos. Ya ni hablar de los raros especímenes que aún ostentan la honradez como una cualidad obligada en el ser humano. Siempre he vivido en constante revisión de mis actos. Quizá sin éxito, me he esmerado en corregir o mejorar, según mis entenderes, aquello que debería dentro de mí. Al final el actuar personal siempre afecta al de la comunidad.
Ser lo más entero posible para uno mismo repercute en consecuencia hacia todos los demás.
La creación del mundo comienza con la del mundo propio, el interno, el que no discrimina sueños, ideales, proyectos y acciones concretas. El despertar y el sueño de la mano cediéndose el lugar cuando les corresponde.
Me he detenido placenteramente en Camus. Y gracias a esa estación en la que aún me encuentro revisitando tantas páginas que pudiese enmarcar, he vuelto a Nietzsche y de este a Sartre. Sin orden cronológico, como se ve, retrocediendo (¿o avanzando?) a Plinio. Todo mi entendimiento de ellos ha variado, se ha matizado, se ha ensanchado. Estas reflexiones las vertiré en un pequeño escrito.
Aunque no estoy escribiendo un nuevo libro como tal, estoy escribiéndolo al irlo pensando, hilándolo en mi cabeza.
Porque el escribir comienza con el pensar, el imaginar, el recabar, investigar, proponer caminos, alternativas...disfruto mucho de ese proceso.
De hecho, contrario a lo que yo pensaba, cuando el éxito se ve más que lejano y quizá improbable, ese éxito que significa que te puedan leer más ojos, que te publique una casa que comprenda hacia dónde vas (ja)....bueno, en fin, justo en eso, luego de bajar de peso y sacarme tanta azúcar depresiva, me percato de que disfruto más de escribir.
En realidad tengo un par de proyectos por ahí andando, pero los abordo sin esa obsesión de que ya tienen que salir, ¿por que tendría que salir ya? ¿quién los leería al final si no yo? Y luego esa cosa rara que le pasa a los escritores: cuando escribiste un libro difícilmente lo vuelves a abrir. Te abruma, porque solo ves lo que el libro te echa en cara de falta, de incompletud, se ríe de ti y te muestra sus hojas manos abiertas llenas de párrafos que requerían más trabajo, de frases estúpidas, de adjetivos que no iban...en fin...
No me clavo en ello.
Y sin embargo sé que llegará ese momento. Quizá antes, justo antes, de que cruce el umbral de mi muerte.
No importa.
Estar atento a las noticias cada media hora, cada diez segundos, en cada teléfono o móvil, en la página de internet, en la televisión, es la forma de tormento más sofisticada y sutil que jamás se haya creado: hacerte sentir mal, hacerte enojar, deprimirte, desmoralizarte.
Paradójico es que necesitamos saber, necesitamos la información. No sería sabio eliminarlo. Solo, de vez en vez, darse una vacación de medios masivos, de internet, y sobre todo de noticias, es un alivio. Es reparador.
Porque, adivinen qué, vuelves ¡y resulta que todo sigue igual!
Han cambiado un nombre por otro, un fulano por otro, una vieja por otra, una organización por otra, pero todo sigue exactamente igual. Tú ya no eres igual.
Y solo hay que cuidarse de no caer en el retrete, dentro de ese remolino, donde todos se señalan mutuamente mientras fuera de ello, ignorantes felices, desentendidos los que detentan el Poder comen manjares en platos de oro y plata, y viajan, y tienen más hijos, y amantes hombres y mujeres y animales, y no les importa, ni piensan en ello, y duermen bien.
Yo carezco de una posición de poder. Ni la quiero. Ni la he anhelado jamás.
Yo anhelo los lujos conocidos lujos (a menos que sean los libros y música). No me vendría mal una casa con un amplio jardín solo para tener muchos perros. Pero no ando urgido de ello. No me entusiasma acumular objetos "de valor", ni "bienes raíces", ni autos, ni tarjetas de crédito. Hasta ahora no las he necesitado.
Yo quise ser astronauta. Viajar. Y creo que lo soy. Y creo que lo he hecho.
Practica la dieta de noticias: te rejuvenece. Por lo menos te sientes mejor.
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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.