Yo soy mi mundo. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. Parafraseo a Wittgenstein.
Otra vertiente que quise explorar en la última novela (la hecha cenizas ahora y que quién sabe si como fénix renacerá), era el dilema de la claridad del lenguaje, la imposibilidad de tener un lenguaje puro que nos permita describir al mundo, expresarlo a los demás y que esta expresión no sufra trastocamientos y sea recibida tal cual uno la emitió.
Este dilema fue uno de los que exploró Wittgenstein en sus dos filosofías. La primera sostenía que había una posibilidad de indagar en un lenguaje de lo indescriptible, casi rayando en lo místico, de aquello incomprensible e inaprehensible del lenguaje para poder definirlo también. En su segunda filosofía hace una autocrítica u (a mi modo de ver) propone otra visión en frente de la anterior (pero no necesariamente cancelándola) en la cual afirma que en el mundo puede tener cabida ese mundo otro y ser expresado.
La pureza del lenguaje, ese comprensible por todos, no se alcanza o Wittgenstein no lo localiza. Yo agregaría que, tomando el cuenta el bagaje histórico que lleva a cuestas la Humanidad contemporánea, sería imposible arribar a un lenguaje de tal pureza. Todos al final, por más precisos que seamos en nuestras exposiciones, entendemos algo de más o de menos, algo compatible o incompatible con aquel que nos dice algo: Babel.
¿Era propósito de Dios crear miles de lenguas distintas y distantes para confundir, para no alcanzarlo como deidad? Esto de algún modo es lo que nos narra la Biblia: Aléjense de Dios en su obsesión por ser tan grandes como él. Alejar las claves de la creación. Pues todo lo que existe y es comenzó con el lenguaje o un atisbo de lenguaje. Alguien le puso nombre a las cosas. Las cosas trocaron en hechos. Y los hechos, esto es, lo que pasa, lo que nos sucede, la História, nuestras historias, son las que definen nuestro mundo.
En la novela que terminé y luego arrojé a las llamas, un aspecto que aún me inquieta y me consquillea las manos, es que plasmaba, de manera subtextual, este dilema que también a mí me ha intrigado desde que comencé a respetar el lenguaje. Podemos existir aún ahora através de equívocos. La claridad no es la que reina en nuestra existencia. Reinan los claroscuros y estos son equívocos. No en el sentido de bondad y maldad, sino en la manera en que nos muestran nuevos caminos. El lenguaje se bifurca, se abren veredas alternativas, cada camino conduce a experiencias distintas, el recorrido modifica nuestro mundo propio.
La otra cuestión es que para que alguien me comprendiese totalmente ambos debiésemos tener exactamente el mismo bagaje cultural, el mismo lenguaje y al mismo grado. Así la posibilidad de "hablar todos el mismo idioma" se disipa cada vez más.
Pienso que muchas de las desigualdades sociales que sufre el mundo hoy en día tienen también una raíz arraigada en el lenguaje que cada quien practica. El límite de las palabras que contienen delimita su mundo y con ello la comprensión de otros.
A veces, no pocas, la ignorancia se suple con suposiciones. Asumir está más cercano a culpar y de la culpa viene la condena.
Estos días que no he escrito, que me he dedicado a leer y básicamente a trabajar para subsistir, no hay momento en que no me asalten las preguntas. Visualizo mi última novela, ahora, quizá en coma, y me parece que me pide no que la desconecte, sino darle vida.
Cuando la terminé, horrorizado sobre todo por el tema (que es más notorio desde hace unos doce años para acá en México pero que ya existía desde mucho tiempo atrás, tolerado, alentado, resguardado) me ganó más la autocensura: no puedo sacar al mundo otra novela que aprovecha la situación actual de mi país para darle ¿notoriedad? Por supuesto que no soy un escritor famoso ni mucho menos, pero tal era esa punzada de conciencia en mí.
Por otra parte, la novela vive cuando toca los temas que el mundo crea y recrea y traiciona a diario, además de las pasiones humanas, o a pesar de ellas, o gracias a ellas.
Por consiguiente, he contemplado la posibilidad de retomarla (no se cuándo y hasta me sentí presionado ahorita cuando escribí "retomarla") pero con el reto literario de no exponer con la crudeza que traía lo que sucede en México. Posiblemente podría darle una dimensión no se si original pero más propia, más de su propio mundo.
Podría escribirla de un tirón de nuevo sin no me marcara nuevos retos en mis capacidades literarias, pero eso le restaría interés para mí. Encontrar el equilibrio.
Porque también lo que he reflexionado es que la literatura universal, aquella que prevalece, fluye siempre, fluye como río calmo o arrebatado. El público en general se fija más en "lo que trata", en la historia, más que en Su Lenguaje. Encontrar ese balance.
MIentras tanto aún me resisto a sentarme a escribir otro libro. No lo sé, tal vez lo esté escribiendo pero me quiero engañar para no tener ese peso tan descomunal que es la conciencia de tener que escribir mejor, enfrentar los vicios, tornarlos otra forma de decir.
Ya no me quiero pelear con el lenguaje, me parece que he exagerado.
Cuando escribo sin tantas reflexiones las historias fluyen mejor, podría afirmar que hasta tienen belleza.
Humildad como aprendizaje también.
No comments:
Post a Comment
Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.