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Friday, June 24, 2011

El sacerdote que mató al poeta: Sicilia hundiendo él mismo al movimiento

Kilómetros andados, recogiendo el dolor de miles, de ida y vuelta, recorriendo el país, haciendo proclamas, todas las voces fueron bienvenidas, al punto de confundirse, de mezclarse sin organización alguna, una espontaneidad no muy certera pero sí cálida, sincera.

Pero, al momento de la verdad, al momento de tener enfrente al Presidente de la República, el poeta se quedó poeta y pequeño.

Lo que una vez (no hace mucho, tan solo unos días atrás) reclamó, como retirar al ejército de las calles, fue aprobación. Sicilia mismo le dijo al Presidente que "no estamos pidiéndole que saque al ejército". Independientemente de que este humilde escritor opine si sí o no, él reclamó eso y en el momento de la verdad, se hizo para atrás.

Tal vez la única, la única petición concreta (hasta literalmente) fue la de el señor De Barón: sincera, con la voz temblorosa, respetuoso pero valiente exigiendo que no ofendieran la memoria de sus muertos diciendo que los casos ya habían sido resueltos, así sin más, él hizo la única petición concreta, clara, sin contradicciones de todo el diálogo. Sicilia le pasó el uso de la palabra (obvio estaba planeado así). En un gesto de nerviosismo Sicilia le pasa, de hecho, su micrófono cuando cada orador tenía el suyo en frente (porque Sicilia ya estaba pensando en el siguiente acto) y cuando De Barón apenas comenzaba a expresar el deseo de que se construyese un monumento o memorial con los nombres de todos los que ya no están, ¡Sicilia lo interrumpe! ¡Sicilia (aquí con el ego disfrazado de bondad) se pone de pie de golpe, las y los guaruras del presidente, atrás de él, se pusieron en guardia, para decir, torpe, muy torpemente "este no es un look, señor presidente" con una sonrisa francamente tonta en la cara, "esto me lo han dado padres y madres y familiares de los muertos, rosarios y collares y crucifijos" Entonces, Sicilia, en un momento que hubiese sido más impactante al final y con seriedad, no a modo de cotorreo (Calderón se mostró más "comprensivo" que el mismo Sicilia) le entrega los collares. Bien, pero lo malo está en que no esperó a que De Barón terminase, no esperó a que el Presidente respondiera, ¿lo va a hacer o no Presidente? Por lo menos eso concédanos (pues Calderón no otorgó ni pizca, tan solo darle seguimiento personal a los tres casos de las tres otras personas que han sufrido la muerte de sus seres cercanos, algo no poco importante)...Pero, Sicilia, además va ¡y abraza al Presidente! Un abrazo de cuates, un abrazo que casi casi decía "no te creas,somos carnales, estaba cotorreando". No fue un saludo respetuoso pero que requería cierta distancia, pues NO LES RESOLVIÓ NADA. ¡Qué caso tenía ese abrazo!
Y antes, bromeando porque quería "echarse un cigarrito" ¿qué ocurrió con Sicilia? Qué manera de romper el "mood" , la atmósfera que te roía el estómago y te lo apachurraba al escuchar a la señora madre que perdió a sus hijos, llorando ahí. Calderón aprovechó también esto y podría decir que sinceramente se acercó a la señora, rompiendo el "protocolo" y abrazó y se agachó para escuchar a la señora.
Calderón se mostró informado, escuchó, no impidió a nadie de la palabra. Respondió. Se preparó.
Sicilia parece que iba a una reunión vecinal, prefirió leer un poema de Sabines, ok, pero luego había que estar serio, no cabían ahí las bromas, el sarcasmo no le salió y no venía a cuento.
Mal, muy mal.
Al final, el sacerdote mató al poeta. O por lo menos comprendí que un poeta puede inspirar con sus escritos y nada más con ellos, las ansias de libertad, de emancipación, pero no debe dirigir pláticas terrenas frente a los poderosos: le gana su sensibilidad, y lo peor, le gana su ego.
Creyentes profundos de Jesucristo, Calderón y Sicilia,en ese abrazo, nos mostraron que de verdad, al final, se entendieron muy bien.

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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.