Desde la LUna

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Monday, February 10, 2014

La Cobardía de llamarle Cobardía a suicidarse


Gracias al Catolicismo la idea de que el suicidio es una cobardía porque no vino el fin de mano de Dios (aunque, quien sabe si Dios mismo mueve la mano para que los demonios internos maten a aquel a quien después se juzgará de cobarde por haberse arrancado la vida) sino propia, según.

Gracias a los medios de información que, inevitablemente, todo lo reducen a la mínima expresión y lo acomodan en cajones el suicidio es considerado por la mayoría occidental como un acto cobarde. Nada más injusto e irrespetuoso. 



 Sería como llamarle cobarde a alguien con una enfermedad terminal por no irse a trabajar. Sertía como condenar de cobarde a un enfermo de cáncer. 

El cáncer del suicida no se ve, no huele, no saca ronchas; pero sí baja las defensas, aletarga, entristece y al final: desespera.

El acto suicida no es un acto cobarde pues para que lo fuese tendría que estar conciente. Y el acto suicida (salvo raras excepciones que además tienen contextos culturales distintos como el Harakiri) es eminentemente un acto arrebatado.

Emile Cioran decía que nadie comete suicidio con el pulso normal. 

El suicida llega a ese callejón sin salida precisamente porque ha estado incesantemente buscando una, porque ha buscado, porque va con doctores, con brujos, místicos, porque se resguarda (o huye, si lo queremos juzgar) en el alcohol, en las drogas, en el alimento.

El suicidio es la última opción que se piensa pero que solo se lleva a cabo en la desesperación, en la inconsciencia de la enfermedad que no deja ver ya, que no oye, que bloquea al ser que alguna vez quiso vivir.

Un simil vulgar pero que puede ser claro es, por ejemplo, una posesión demoníaca: ¿juzgamos de cobarde a la víctima de la posesión? ¿La calificamos de cobarde por estar poseída y no poder controlar sus impulsos, por no estar conciente, en sus cinco sentidos, ya que está abrasada por las llamas de esos demonios que no la dejan y al final la empujan de la ventana?

Eso es el suicidio. Los demonios internos (que muchos pueden mitigar con la sí cobardía de vivir vidas prestadas, fingidas o apagadas, obedeciendo, sin el mínimo impulso de buscar algo más, conformes, conformistas) que encienden el interior y esa quemazón provoca que el individuo quiera acabar con el sufrimiento. Es un cáncer más maligno porque no se ve, y nadie te ayuda.

Es un error fatal decirle a un suicidia, "Qué, ¿quieres llamar la atención?". Por supuesto que quiere llamar la atención, claro que quiere ayuda, pero si le echas en cara esa pregunta únicamente le das el último empujón en la corniza.  ¿No seríamos entonces cómplices, asesinos intelectuales?

Sí, es fastidioso un enfermo de sida o de cáncer, o de estupefacientes o suicida, pero hay médicos, hay recursos, hay el amor por el ser...si lo hay.

Quizá con una actitud más compasiva podríamos vislumbrar al suicidio como lo que es, una enfermedad que provoca la misma sociedad, que hunde también sus raíces en el pasado y circunstancia de un ser que tal vez quiere vivir más y sacarle todo el jugo a la vida, con más intensidad que los "normales", que los "no cobardes".

La cobardía es de quienes tachan de cobardes a los suicidas porque ellos están frente a seres que de verdad se les va la vida en vivir.

Un poco de comprensión. 
Un poquito de piedad. 
Nos hace falta.








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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.