Desde la LUna

Tu planeta llamado Tierra (¿por qué no le pusieron Agua?) se ve de la siguiente manera...bienvenid@

Sunday, March 23, 2014

Por qué escribo, por qué




Hay descubrimientos que te marcan por siempre y que definen tu existir de ahí en adelante hasta el día en que abandones esta vida. 

Siempre me gustó leer. Desde pequeño escribía y dibujaba breves historias. Adolescente la inconformidad por haber llegado a este planeta en contra de mi voluntad  me empujó a escribir diarios. Diarios que se convirtieron en cuentos, poemas, historias. Me aburría escribir sobre mí. Sin pensarlo, un suceso personal trocaba en aventura extraterrestre o en un relato bajado de mi imaginación.

Siempre quise salirme de lo que llamamos, "la realidad". Me es muy tedioso escribir tal cual lo que pasa, como reporteado. No digo que no sea de valor, simplemente no me llena a mí.

Porque supongo que lo que me atrapó de la literatura fue y es esa capacidad que tiene (la que tiene esas alturas) de transportarte, de hacerte sentir texturas, lugares, sensaciones e incluso anticipar emociones con tan solo leerlas. Cuando sientes que estás ahí caminando con ese personaje que te turba o que te fascina.

La manera en que te lo cuentan: el lenguaje, su estructura, siempre me ha atrapado más que la historia.

Para mí, uno puede escribir la misma historia de siempre: los amores perdidos, las tragedias clásicas, incluso re escribir el Quijote y tu ser escribirá otra cosa, porque lo usa como medio para expresar, quizá lo mismo, pero de otro modo.

No me interesa leer "la realidad" y no la considero alta literatura. La veo como muy buenos reportajes, como muy interesante periodismo. Pero, la Literatura con mayúscula siempre se las ve con el Lenguaje. Esto es transparente para el público no versado y que tan solo busca entretenimiento en la lectura. Para mí es fundamental, es el corazón del corazón.

Esto no quiere decir que no me importe: la mayoría de mis libros tocan temas que en su escencia son cuestionamientos de la realidad: la revolución, la rebeldía, la obsesión humana por el poder, el amor...

Por eso me atrapó Mishima. Porque puede conjugar diversos universos, puede permitirse monólogos con razonamientos y luego volver a tomar el hilo del tiempo y moverte con lo que deciden o no hacer con sus vidas los personajes que te presenta.

Mishima invoca todos los claroscuros del alma humana y las armoniza, junta átomos, crea mundos nuevos, y es imposible no sumergirte ahí, quedarte ahí.

No me importa tanto "el tema".
Es por ello que mi obra siempre es un bosque en donde, antes de llegar al destino prometido, las bifurcaciones te conducen a ciertas paradas, y puedes de pronto perderte y tomar otro camino, pero la novela te muestra el camino nuevamente y continúas.

Y te quedan trozos de esos episodios o subtramas como si fuesen recuerdos que tuviste en tu niñez o el año pasado o ayer.

Pero, ¿por qué escribo?

Cuando era un jovenzuelo y aún en mis 28 me ganaba más el anhelo de ser reconocido, incluso famoso. Mi destino me puso en mi lugar. Eso no era para mí en ese momento. Se trataba de primero escribir mejor, o por lo menos bien.

Después las incesantes giras para mendigar que te lean y publiquen. Hasta el año pasado. Los múltiples rechazos e indiferencias te destrozan, porque es como si llevaras a tus hijos a la escuela y los rechazaran porque no reúnen los requisitos. Aunque sepas y estés seguro que son normales o que incluso tienes a algún prodigio por ahí.

Llega un momento en el que estás un poco inoculado ante ello o decides mandarlos a la chingada. No por soberbia gratuita, no. Si no porque has llegado al punto en el que puedes ser objetivo y saber que lo que escribes es publicable, que lo que escribes no está mal. Que lo que sucede es simplemente es que no tienes un papá famoso o un padrino.

No está mal: así descubrieron a los Stones y los apoyaron, a Bob Dylan también le sucedió, a Mishima lo apoyó Kawabata, una legendaria editora adoptó al Gabo, a Fuentes y a Vargas Llosa con la consigna casi personal de conducirlos hasta el Nobel. No hay duda de que los tres eran merecedores. Fuentes ya no alcanzó a recibirlo, pero como si lo tuviera.

Me dicen, qué bueno, escribir te hace feliz.
No podría aceptar esa respuesta como la exacta. No necesariamente me "hace feliz". Es algo más profundo. Es en verdad placer y dolor. Es una obligación interna. Algo dentro te llama, te empuja, te obliga a que escribas.

No han sido pocas veces las que he decidido dejar de escribir porque "no tiene caso". Vivo una vida tranquila, me dedico a ganar dinero como cualquier mortal para comer y comprarme mis gustitos. Y de pronto me llega una ansiedad y una tristeza inefable. Tengo que escribir lo que sigue.

Y cómo sé qué sigue? No lo sé, solo sé que desde pequeño tenía yo ya una lista, un conjunto de obras o de lo que sea, creaciones que tenían que conformar un todo, que tenía que ser. Así, punto.

Nadie me obliga a escribir.
No voy a hacerme millonario escribiendo. Las editoriales ganan más que los autores. Te pagan con famita, que no digo que esté mal, pero tampoco está bien pensar en esos términos.

Es realmente una vocación.

Por eso descreo de las becas. Descreo de que me tengan que dar una lana para escribir una novela o un poema. Es cierto que es de gran ayuda porque te puedes concentrar tiempo completo a ello y no tienes que ir al trabajo y cumplir ciertas horas. Pero, además de que nunca lo he buscado, no sé por qué lo siento como una limitante para la creación y su libertad, su no ataduras.

No puede uno deberle nada a nadie cuando escribe. No puede uno "ser considerado" porque entonces la escritura se vuelve artificial, se vuelve chamba.

Yo no escribo porque sea mi chamba pero tiene más importancia que mi chamba.

No es un hobby. Es ofensivo que la gente te diga, ah, qué bien, es tu hobby, como si uno hiciera tejido o nada más echara ingredientes en una olla.

Pero, tampoco la gente se muestra sincera porque todo talento creativo provoca envidia en quien no puede sentir nada. No debería pero así es.

Muchas veces he criticado también cuando un escritor exagera y afirma que escribir es una tortura, que es un dolor insondable. Si tan difícil se le hace entonces a lo mejor no es su fuerte.

Yo puedo escribir lo que sea, lo que sea.

Lo que me desvela es el entretejer una estructura, un mecanismo que me ocupa más tiempo en pensar que la redacción en sí. Porque sí, porque me gusta, me reta.

El lenguaje.

Hoy en día la gente compra libros por lo que dice la solapa, por "la historia". Y está bien.
Pero, a mí, cuando me sugieren leer a X autor, abro las primeras páginas (sin leer contraportadas, solapas o cuántos enemil premios le han dado) y leo...y si tiene "algo", ese seguro me atrapará.

No me interesa mucho dilucidar cuál es la trama y tema exacto de "La infancia de Jesús" de Coetzee, me encanta como escribe, como te transporta, como te llega a desconcertar.

O la rudeza, crudeza de Elfriede Jelinek, esa desconsiderada sinceridad que te apabulla, no me importa si defiende o no a la mujer, o trata un tema histórico.

El público se va con la finta de las afinidades políticas o qué tanto es "buena o mala onda" un autor. Y deja de lado su literatura. Si escribes sobre el 68 de México, y te avientas una diátraba en contra el gobierno opresor, seguro tendrás ya tus fans. No está mal escribir sobre lo que uno piensa, pero en mi caso, escribo desde todos los puntos de vista, a veces un libro piensa diametralmente lo contrario que yo en ese momento. Y eso es lo que me encanta.

Yo siempre he querido ser otros.
Siempre he querido ser la mujer, el anciano, el asesino, el ladrón, el politiquillo, la loca, la puta, el gay, el payaso, el aburrido, el extraterreste, la piedra, el aire, la lluvia

Yo soy todos.
Yo soy tú.


Y tal vez uno escribe precisamente porque aún no se encuentra la razón. Es el andar. Cuando lo sepa seguro será el momento de partir.

- Gabriel Garibay.





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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.