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Wednesday, February 18, 2015

American Sniper o la errónea asimilación de la Guerra



Quisiera hablar con más detalle acerca de lo que me ha hecho reflexionar la más reciente película de Clint Eastwood pero temo revelar detalles que aguarían la fiesta a quien no ha léido la autobiografía de Chris Kyle o visto la película basada en el libro.

Arrojaré algunas ideas sueltas y pasado un tiempo razonable volveré a ellas para explicarlas con detenimiento.

Sostengo mis reflexiones sobre mi idea de que no vivimos tanto un mundo del absurdo, como con sus razones calificó Albert Camus a su tiempo, sino el de las Contradicciones. Mi teoría sobre ello está aterrizada en un libro aparte y en un nuevo blog en donde vertiré mi pensamiento sobre ello. Vuelvo al punto:

La sociedad, nosotros, somos, si no hipócritas, contradictorios.

Vivimos un tiempo en el que se exige con ardor casi con ira ei que la gente sea Verdadera. Que no se oculte tras caretas, que no disfrace las cosas, que sea cierto, que diga la verdad. Esta exigencia presupone que quién la detenta es enteramente Verdadero, cierto, franco, no se oculta, se muestra tal cual es. 

Esta presentación en realidad no es más que otra careta. No podemos evitar usar máscaras en nuestra vida o vidas, pues que tenemos varias vidas corriendo paralelamente. Vidas que nos confrontan, nos confortan, nos equilibran o desquician según la intensidad que cobre una sobre las otras.

Exigimos, decimos, Verdad absoluta y al momento de escucharla brincamos o nos echamos atrás. Nos turbamos y si no damos la espalda, atacamos sin contemplaciones. 
Asistimos al tiempo de la violencia encubierta. Contradicción: pues esta se manifiesta de manera notable entre quienes defienden la paz y la toleranza a ultranza.

¿Por qué digo esto? Pues bien, tan solo en las primeras páginas, desde la página uno en la cual comienza Chris Kyle el relato de su vida, más de uno levantará las cejas, y no pocos se enfurecerán por lo que Kyle, el denominado por sus compañeros SEAL, La Leyenda; el Mito, y reconocido como "el francotirador más letal que haya tenido Norteamérica", afirma con toda convicción defender: que tiene la conciencia tranquila y aún ante Dios no dudaría en confirmar que mató a los malos, a los bad guys porque lo merecían, porque ellos no dudaron en matar a los suyos, a los compañeros norteamericanos. Revela que ir a la guerra le emocionaba. Se abre de capa y exclama que él sí se sentía entusiasmado de matar a los malos. Anticipaba con entusiasta ansia el momento de salir para matarlos.

¿No querían Verdad? Kyle es sincero hasta ese turbador punto. Los críticos y detractores le han caído a palos de recriminaciones. Los otros patriotas lo han tachado de racista, de salvaje. 

Chris Kyle solo hace lo que una autobiografía que se precie de serlo tiene que mostrar: su sinceridad. Las consideraciones morales serán parte del diálogo que es preferible buscar con él y no el juicio sordo.

 
 La imposibilidad de aceptar la verdad

 Consideré un acto de verdadera desnudez del alma y una sí franqueza pasmosa, además de valentía, la aproximación tan clara de Kyle en su libro. Y aguzando el oído, poniéndome en sus botas, en efecto llegas a comprender su visión, sin que eso signifique que la apoyaría.

Lo tachan de salvaje por haber matado a una mujer y hombres en una guerra en la cual el enemigo no solo hace lo mismo sino que pareciera que utiliza técnicas y procedimientos que exceden en frialdad lo que los yanquis hacen: grabaciones de decapitaciones grupales, por mencionar uno.

La incomprensión de la guerra

 Nuestra máscara de "Yo defiendo la Verdad y la Paz" nos impide ver la verdadera verdad: que en la guerra eso sucede y no hay más remedio.

Señalamos a los soldados por matar mujeres y niños en Irak o en cualquier guerra. Pero si nos detenemos en la región del Medio Oriente, en cómo actúa la población que no acepta la injerencia yanqui dentro de sus países, en efecto, ellos no tienen empacho en usar de escudos a sus mujeres e hijos porque, obviamente, al traspasar el umbral de la realidad de una guerra para transmitirse en los medios masivos, saben que se verá mal Estados Unidos.

Es un hecho que esta cruel técnica, propiciada por ellos, ha arribado al punto tal que son los propios niños y mujeres los que lanzan proyectiles, granadas o incluso cargan y disparan rifles y pistolas. ¿Qué haces cuando ellos te disparan y pueden matar a todo un grupo de personas?

Es la guerra. Así es la guerra. Y con el tiempo se ha tornado más cruenta porque los tratados de respeto al enemigo se han derribado y solo en casos específicos y dejados al criterio y humanidad del combatiente sobre un vencido podría aplicarse esa piedad.

El hecho de que fuese o no justa o correcta o razonable emprender las guerras contra Irak son tema que no abordaremos aquí pues merece consideraciones aparte.

Hablamos de lo que Chris Kyle intenta mostar en su libro: la gente no valora el trabajo, el sacrificio de los marines y de los SEAL. La gente "vive en un mundo de ilusión", dice Kyle, "y desconoce o ignora la realidad, esa que está del otro lado del mundo". Esa realidad donde son varios países los que no solo desean sino que de hecho planean estrategias para atacar a los norteamericanos y su imperialismo.

La imagen de Chris Kyle

A mí me queda muy claro partiendo de que el hombre fue sincero y simplemente está contando su historia. Contrario a lo que se pudiese pensar es bastante y creíblemente modesto. No busca vanagloriarse con sus hazañas y sin tampoco restarse méritos, rinde un homenaje total a su grupo SEAL, a la marina y a su país.

Sí, es un patriota. Sí, no dudó nunca en ir a luchar (y matar) por su país. Sí, nació con los genes, la historia, el entorno vaquero, el ideario sureño, el artífice del Texano, que pareciera cerrado de vistas en algunos aspectos pero muy enfocado en otros. Es probablemente esta formación desde el lugar donde nació, esa forma de ser texana que es terrena literal y metafórica, que solo tiene en su umbral la patria, Dios y la familia, creyente de Cristo, la que le otorgaron todos los ingredientes para convertirse en un guerrero que, contrario a lo que siempre hemos pensado, disfruta estar haciendo el trabajo que le es encomendado porque además hay una razón detrás: la defensa de su país y los suyos.

Kyle en verdad creía que al defender tan obsesivamente a su país llendo a la guerra defendía al mismo tiempo a su familia, a su esposa Taya y a sus pequeños.


La leyenda de Clint y la Leyenda de Kyle

Aquí paso a comentar la versión fílmica de American Sniper dirigida por Eastwood. 
Primero vi la película. Tras la primera vez, no obstante me gustó, sentí que la historia, que le guion tenía porciones que no conectaban muy bien, me dejaba en la cabeza dudas. De cualquier forma la maestría de Clint la hace una de sus mejores películas así como uno de los estudios de personaje más sólidos e íntimos más logrados del cine, gracias también a la más que notable actuación de Bradley Cooper. Maestra dirección y actuación me atrevería a afirmar. ¿Por qué?

La mira de Clint 

Una  de las virtudes que admiro grandemente de Clint es su mirada, no solo la que ve através del lente, sino la anterior, la que vislumbra la película antes de serlo. La que escudriña una historia, en este caso el libro autobiográfico de Chris Kyle, para hallar el tono preciso.

En un momento vuelvo al guion, que al final, me resultó toda una hazaña y un buen ejemplo de lo que un guionista profesional debe hacer. 

Si este reto se le hubiese otorgado a un director de poca experiencia o sensacionalista, se hubiese ido directo a los detalles de las matanzas, quizá le hubiese salido a propósito o no, un panfleto barato en favor de los yanquis, o tal vez, un retrato devastador e injusto de este particular francotirador como un asesino que gozaba del placer de matar sin ton ni son, sin motivos, sin razones, sin humanidad.

Lo contradictorio es lo humano: Clint logra asimilar esas dos vertientes de percepción de Kyle.

La maestría de Eastwood en la dirección de esta película yace en cómo logra sugerir todas las contradicciones (conflictos) internas que tiene Chris dentro de sí: 
Èl está convencido y no muestra arrepentimiento por matar personas en una guerra. Pero volviendo a casa vive en un estado de tensión que lo carcome por dentro. 
Está hecho para la guerra, ahí están algunos de sus mejores talentos, no solo porque es un francotirador preciso, sino porque tiene la mentalidad sólida de resistir los embates cruentos de la guerra. Pero al retornar a casa se esmera por ocultar esas oscuras vivencias, esas pesadillas, para estar con su esposa e hijos, es respetuoso y amoroso con Taya. Jamás se torna violento con ella. Quizá la violencia que ejerce sobre ella y su familia es aquella que pareciera no tener miramientos para volver a la guerra cada que puede.
La otra contradicción insalvable para Chris es que ir a la guerra significa defender a su país y a su familia. 

Solo un director con una visión precisa, sin dudas, ecuánime, diáfana y firme como la de Clint pudo convertir la historia de un SEAL norteamericano en un estudio del ser humano. 
En American Sniper no es tan importante la acción como tal tanto como la guerra interna que sufre Kyle dentro de sí. 

Pero no la muestra exagerada, no la muestra sensiblera, no la muestra (contrario a lo que muchos quieren atacar) patriotera.

Es lógico que Clint tiene un pretexto bueno para crear una película que coloca nuevamente a los Estados Unidos como un país heróico, alimentando el mito yanqui de la defensa a ultranza de la libertad en todo lugar (no nos metemos aquí en sus irremediables contradicciones). Mas es también cierto y certero que Eastwood muestra, sin aspavientos, con igual sutileza y mano fina, la contradicción (recordemos que mi pensamiento se sustenta en esta tesis contradictoriana que he formulado) de cómo es eliminado, irónicamente, el francotirador más letal de Estados Unidos.

Eastwood presenta un trabajo equilibrado sobre una historia que logra mostrar ese maridaje tan angustioso (pues es mezcla de placer y dolor) que vive al final, en otros grados, todo hombre al que le han alimentado y que ha asimilado aquello llamado el amor por la patria, por Dios, por la familia, para defenderlos contra el enemigo a toda costa, incluso con la vida.

Tan coherente y consistente es Clint en su trayectoria, como sincero y coherente con su vida y su realidad es Chris Kyle con su vida. 


El buen trabajo con el guion


Jason Hall realiza un trabajo titánico y más que loable pues el libro presenta más de una dificultad para transladarse al cine sin perder la esencia y verdad del personaje real, Chris Kyle.


Hay pasajes en donde si se hubiese atenido a la verdad de la historia de Kyle la película hubiese entrado en recovecos que hubiesen perdido el camino e intensión que Clint quería mostrar: grupos militares polacos con los que colaboró Kyle no salen y se insertan como episodios sucedidos entre los mismos grupos militares americanos que arribaban a la zona. 

El recuento de todo el entrenamiento que tuvo que pasar Kyle es omitido en el guion. Quizá porque todos estamos ya familiarizados con ese tipo de entrenamientos gracias a un puñado o más de películas. En lo personal sentí que hubiera sido bueno algún par de líneas en boca de Bradley Cooper  quizá charlando con Sienna Miller (Taya, la esposa de Kyle) explicando lo complejo que había sido llegar a ser SEAL. 

Kyle sufre de varias heridas serias, las relata en el libro con detalle. Esto también es omitido en el guion. Yo aquí quiero atribuírlo a la visión de Clint. Si se hubiera recargado en ello, quizá la historia hubiese tomado un cariz muy sentimentaloide. Y si algo evita Eastwood es eso. En todo caso ese camino seguramente hubiese tomado Steven Spielberg (co productor de la cinta y quien iba a dirigir en primera instancia), más dado al sentimentalismo, a veces a la sensiblería. En todo caso, decisión importante de Clint. Y a mi modo de ver, acertada.

La más importante e incluso delicada decisión tomada por Hall e Eastwood es para mí aquella que concierne a la primera escena en la cual el personaje que interpreta genialmente Cooper (Chris Kyle) mata a un niño y a una mujer. La mujer le da al niño una bomba que ocultaba en su regazo, al ser derribado, la mujer toma el artefacto e intenta lanzarlo a un grupo de marines norteamericanos. En el libro Kyle relata que derriba únicamente a la mujer y que jamás eliminó niños. Ruda decisión porque deja un antecedente grave quizá en el comportamiento de Kyle como soldado.

La explicación que puedo extraer de ese cambio es que en la película lo que se quiere acentuar es el conflicto entre la relación que tiene Kyle para ir a la guerra, su determinación patriótica y ese jaloneo con dejar en cada vuelta a su familia. En la película esta actitud antes fría y sin dudas cambia cuando tiene a su primer hijo. Para efectos de la película esa acción refuerza el conflicto interno antes y después de convertirse en padre. 

La otra razón es que en un pasaje del libro, Kyle relata que para los irakíes (no recuerdo si especifica que sean chiíes o suníes) era común que se protejan poniendo como escudos a sus propios hijos o mujeres. También narra como los niños ya eran en si mismos guerrilleros pues bajo la coraza que les confería el ser niños, el enemigo bien podría bajar la guardia y recibir entonces una ráfaga de metralla o una bomba que podría volar en pedazos a una decena de soldados norteamericanos.


American Sniper o la asimilación de la Guerra

Vivimos la época de las convicciones dichas pero no accionadas. Debido a la proliferación de artefactos que nos son útiles para comunicar un sinfín de mensajes, Facebook y Twitter, Whats app, se han convertido en semilleros de odios e iras.

Pensamos que con compartir imágenes atroces, atentados, víctimas degolladas, con el acompañamiento de un texto condenatorio, eso nos hace más concientes, incluso valientes, pues "revelamos la verdad". El hecho es que esto solo sirve a quienes realizan esos actos.

Hoy somos testigos de marchas multitudinarias donde más que gritar lo que se quiere solucionar, se ladran consignas violentas también, a veces a grosería plena, atacando a quienes los atacan. 

El convertirse en defensor social se ha tornado una etiqueta extra y virtual muy conveniente para adornar una imagen.

No insinúo que no se debe protestar, me refiero a que las protestas, por lo menos en mi país México, han trocado en una válvula de escape en la que, si se logra algo, es revertir esa desazón iracunda en más odio que se vuelve a guardar dentro de los seres que quisieron en un momento dado deshacerse de ello.

Y estoy erróneo: la mayoría de la gente que protesta no quiere deshacerse del odio que siente. Esto solo puede llevar a un deterioro inútil. Pero es también una postura conveniente.

En México aún no hemos aprendido que el hecho de protestar o criticar las acciones del gobierno no tiene por qué ser fundado en un estado de ira constante. Esta condición no permite ni el diálogo y antes que ello, la reflexión.

Puede más en ellos el representar indignación que actuar para resolver aquello que nos duele.

Hoy en día quien no se queja "no es conciente", "no ha despertado".

Irónica y contradictoriamente son los enojados (ellos se llaman "indignados") quienes enarbolan la Paz y la Tolerancia.

Manipulados desde las aulas por profesores frustrados, por idealismos de heroísmos que jamás se pretende llevar a cabo, luchando desde la comodidad de un café internet y en el anonimato, les preocupa más la construcción de su Apariencia ante los demás que la verdadera resolución de los conflictos.

Entra a cualquier chat donde se discutan temas políticos o la más reciente noticia sangrienta o de fraude, de inmediato, ante cualquier opinión, te tacharan lo menos de imbécil. ¿Es terreno para la discusión en busca de respuestas? No. ¿Es la reflexión la protagonista? Tampoco. 

Quizá American Sniper (Francotirador) aún no se estrena en México (quizá no se estrene nunca) porque "nadie va a ver una película donde se encumbran los gringos". Ojalá no sea esta la razón. Porque quizá nosotros podríamos aprender más del vecino del norte, quitándonos por un momento esa ya poco razonable máscara que busca atacar todo cuánto huela a norteamericano. Pero, Contradicción: hablamos como ellos, nos vestimos como ellos, anhelamos el último iPhone, somos asíduos a sus Starbucks, consumimos su rock ´n roll, su blues (maravillosa música), y sí, vemos sus películas.








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