Quizá como antídoto, cuando estar vivo se vuelve un esfuerzo angustiante, sofocante. Cuando sientes que te oprime la influencia de la luna, cuando la desesperación ya es insondable, pienso en Mishima, pienso en Kawabata, en Rimbaud pienso también.
El antídoto, que de ninguna manera podría funcionarle a todo candidato al suicidio, es la reflexión de que uno no puede abandonar el planeta sin haber logrado algo. Algo significativo para uno mismo.
Me parece que muchos de quienes contemplan la idea de retirarse de este mundo por cuenta propia, sienten que los intentos por "lograr" algo han sido infructuosos. Hay una tolerancia a la frustración más corta que los otros. Y está esa incomprensión e inquietud desesperante de no admitir que uno está en este mundo porque sí y ya. Que no habrá razón totalitaria y convincente.
Pienso: Mishima vivió en sí mismo la quintaesencia de su convicción artística: él decide acabar con su vida en un acto artístico. En un acto crítico, teatral, ceremonial, valeroso, humilde, tajante.
No es objetivo de esta entrada discutir estos interesantes puntos, los iremos desarrollando, sino observar que él toma esa decisión, através de innumerables episodios tormentosos, en plena conciencia y sobre todo, después de crear una de las obras literarias más trascendentales y bellas de la literatura. Después de explorar todo lo habido y por haber concerniente al culto del cuerpo (el sol y el acero), al amor, al erotismo (la vida y la muerte).
Yasunari Kawabata escribió más de dos mil páginas de belleza y sabiduría pura, como si hubiese llegado al mundo ya sabiéndolo todo. Es posible que haya topado con pared luego de haber construído un castillo de girasoles y aves para decidir retirarse por su propio pie.
Rimbaud se quita la vida de otra manera: se abandona. Se va lejos a no ser lo que intentó ser, lo que no estaba seguro si quería ser. Los tormentos ya lo poseían desde niño, la poesía fue en su juventud una manera de canalizar esas aguas vivas y salvajes...hasta que dijo, basta, ya no más. Decidió ser otro y matar al poeta. Muchos lo anotan como el rasgo poético más contundente que jamás alguien haya realizado. Me parece que Mishima hace algo similar. O sea que hubo una entrega apasionada (placer y tormento) y se derrochó lo más que se pudo hasta quedarse seco. Y sin haber encontrado la razón última del por qué vivir.
Vamos, que no podemos permitirnos retirarnos así del mundo sin haber construído algo. Lógicamente la desesperación que conlleva al acto irreflexivo, impulsivo de acabar con todo acabando con la propia existencia, pues no se concibe de otra manera el vivir, es resultante de intentos fallidos, pero es en esa zona antes del crepúsculo en el que, si la razón nos lo permite, podemos darnos otra oportunidad y aguardar ese momento que, lo más probable, se lleve a cabo en un tiempo no muy lejano.
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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.