Desde la LUna

Tu planeta llamado Tierra (¿por qué no le pusieron Agua?) se ve de la siguiente manera...bienvenid@

Sunday, September 29, 2013

El otro lado de la inmortalidad: entre Murakami y otros autores de papel


Un hombre escribe. Quiere ser escritor. Hay quienes afirman que para ser escritor alguien tiene que otorgarte ese título. Puede ser, si lo que también se desea es tener fama o reconocimiento. Pero el escritor es quien escribe, bien o mal, pero escribe y deja como testimonio volúmenes en papel o electrónicos en donde quizá un espíritu aventurero podría adentrarse y verificar hasta que profundidades llega, si es interesante, si es un escritor para su casa o un autor del que bien vale la pena compartir sus hallazgos en las arqueologías del lenguaje.

Mi primer objetivo al decidirme ser escritor fue y ha sido escribir maravillosamente. Que mis volúmenes pudiesen estar en una bibilioteca al lado de Fuentes, de Paz, de Vargas Llosa, de Boullosa, sin pena pero con esa gloria. 

Es cierto que el ego alimenta en mucho la maquinaria del escritor, si no quieres ser grande, si no aspiras a la grandeza no tienes uno de los ingredientes para ser un gran escritor. 

Uno podrá decir misa, pero las piezas se presentan, se leen y sola la obra, sin explicaciones del autor ni de nadie, será valiosa o una basura.

Desde que existe la rueda del publicar; la editorial, los críticos, los editores y los autores, es costumbre que las casas apoyen con textos mayormente grandilocuentes, a veces rayando en el paroxismo, las supremas cualidades de algún autos. Hay que vender. No tiene nada de malo. Hoy en día la mayoría de las casas editoriales más famosas sacan el máximo de jugo a sus autores. Y estos reciben a cambio la paga de la fama, efímera o restringida. La obra del autor pasará a la posteridad cuando la posteridad lo decida.

Yo decidí ser escritor reconocido porque huyo de ese grupo de fracasados que se sientan en la Condesa, bajo el disfraz del genio incomprendido, a quejarse sobre el mercantilismo de quienes venden libros, de los trucos en las editoriales para favorecer solo a sus recomendados. En parte es cierto. Pero esta realidad no solo permea al mundo editorial.

Yo decidí darme un espacio para enviar mis manuscritos a estas casas por obligación. El escritor que siente tiene con qué decir algo al mundo, presume que podría ser tan grande como Mishima, tiene que apostarse: A ver, ándale, manda tus escritos al matadero.

Yo no tengo duda de la calidad de mi material. Pero también estoy muy consciente de sus numerosas faltas y de que aún no llego al pináculo de lo que para mí sería la perfección de mi arte, sea lo que signifique lo perfecto.

Tampoco hablo por hablar. En mi vida dos personalidades respetadas elogiaron mi trabajo, me dieron consejos. Lo valoré muchísimo, porque para mí era un tormento de joven eso. Yo quería que alguien reconocido me dijera: no sirves, hijo, haz otra cosa. Y no.

Yo no soy bueno para las relaciones personales. No tengo muchos amigos, tengo un par. No tengo conocidos, no acudo a fiestas, no "me sé relacionar". Y también cierto es que en este mundo todo se logra mediante relaciones. No puedo fingir. Cuando me aproximo a alguien es por admiración, por cariño, por respeto y porque quiero aprender algo, pero si yo tratase de acercarme a un escritor reconocido con la sola intensión de que me ayudase a publicar, no podría, se me caería el teatro, se me hace una falta de respeto (a lo mejor no lo es) pero estas son de las cosas que se me han quedado muy arraigadas desde niño y gracias a mi madre...y después al budismo, que me ayudó en otra de las varias etapas durísimas de mi vida. Yo me acerco con las manos abiertas. Yo solo atisbo y siento, y sé, que alguien un día verá y dirá, oye, deberías de publicar.

Esto me ha sucedido varias veces en mi vida. Así que tampoco puedo considerarme un fracaso por "no ser famoso". El hecho de que gente seria en este rubro lo comente sin presiones de ninguna índole (no tienen por qué quedar bien conmigo), es motivador.

Pero no concibo mi vida ni mis días al estar obsesionado porque me publiquen. No veo así esto. Punto. Si la gente lo cree o no, pues que piensen lo que quieran.

La última persona con quien he tenido un intermitente contacto es para mí una de las figuras más altas de la literatura hoy en día. Para mí y para el extranjero. Yo veo a esta figura como nuestro siguiente Premio Nobel de Literatura sin chistar.

He vivido, comprobado y sufrido en carne propia la inevitable muerte de una novela que no tenía la calidad que se buscaba. He matado varias veces mis libros hasta que surge al final, no el perfecto, pero sí el que menos se acerca al bote de basura.

Y es que no lo digo para adornarme, lo digo en serio, ¿a quién le hablo ahorita? ¿Con quién me estaría justificando si soy yo el único que lee esto? Me importa mucho ser sincero conmigo mismo, lo más que pueda, engañarme lo menos posible, con respecto a mi trabajo que me atrevo a llamar literario. Ser sincero: no permanecer entre las humaredas del ego barato teniendo pena de uno mismo diciendo: yo soy el escritor que el mundo aguarda pero nadie me comprende. Habemos miles así. Sí, me incluyo. Para después levantarme y continuar. No es bonito tirarse al suelo, no es ejemplar lloriquear la desgracia, cuando sabemos que elegido este oficio lo más probable es que permanezca anónimo.

Yo dedico más tiempo a investigar, a ir moldeando los personajes, a que la trama sea interesante para mí, pero también, por qué no, para algún posible lector allá afuera. 

Yo no escribo para mí. Si por mi fuera dejaría de hacerlo para vivir en paz. Es una fuerza ajena a uno la que le impele a arrastrarse al escritorio y escribir.

Es mejor leer. Me gusta mucho leer a los nuevos autores. He descubierto escritores mexicanos que podrían ser la esperanza de una renovada literatura en México. 

Además, tengo mis montañas y siempre las tengo presentes. Podría afirmar que me encuentro en sus faldas intentanto escalarlas. No soy estúpido y sé que yo no soy el adecuado para juzgar si llegaré a esas cimas. Siempre me digo: si lo leyese Borges, si le echara un ojo Hermann Broch, ¿le sería legible? Ya con eso. 

El que yo le comparta a un autor una obra mía es un acto de desnudez total. Quién sabe si el autor lo vea así, pero para mí es de entrega total. Te abres, confías, honras. Porque para mí es un homenaje compartir algún pobre escrito. Pero, no me quedo tranquilo, me apena muchísimo, de verdad, porque me pregunto: ¿Cómo molesto a este escritor con mis garabatos cuando esta figura es superior y su valioso tiempo está dedicado a componer ese siguiente gran libro? La verdad esto me ha detenido muchas veces. 

Opuesto a ello, yo mismo me digo: bueno, si uno no lo hace, ¿quién podría descubrirte? Lo hago pero se que posteriormente entraré en una etapa depresiva de días o semanas. 

Supongo que es el precio por continuar en el camino de "lograr lo que uno anhela". 
Todos tenemos dentro ese germen de inmortalidad.
Todos deseamos ser queridos, reconocidos. Es humano y es normal.

Reconozco que a veces sí me siento mucho. Confieso que también soy de los escritores desconocidos que se cree un gran escritor. Pero luego me doy mi par de bofetadas.

Ahora, tengo una certeza: no soy un mal escritor. 

La motivación que me despierta de vez en vez para intentar publicar en alguna casa reconocida (porque yo publico por mi cuenta mi obra) es Sanborns. Particularmente la sección de libros de Sanborns: las apabullantes montañas de basura que llaman libros, la insoportable selva de estantes llenos de "maravillosos autores revelación", esa, esa es mi más grande motivación.

El que a un Murakami le monte su casa editorial tal campaña publicitaria como "posible candidato al Nobel" (yo sigo necio en que es una mentira gigantesca), sus solapas de elogios que sí, te mueven a querer leerlo pero que al pasar tres páginas quieres que te devuelvan el dinero a punta de pistola, ese tipo de autores me motiva mucho.

Una nota sobre Murakami: Tiene muy buenas ideas de libros. Buenísimas. Por eso sus solapas son tan interesantes (no sé si él mismo las redacta porque hay una distancia tan grande entre estas y el texto ya dentro...), el problema de Murakami es que no las aterriza con ese mismo impacto con que redacta su sinopsis. Los temas son interesantes, su desarrollo pobre. Y justamente lo que interesa, el reto, es el desarrollo, es ese bonche de hojas que están entre las solapas. Murakami es un escritor mediano con mucha suerte. 
Aclaro que no es coraje ni envidia, en serio, es un punto de vista objetivo y una realidad del mercado actual literario. Para referencias, para argumentar con más peso mi comentario baste leer a Kenzaburo Oe, japonés también, pero este sí un gran escritor. Quien, por cierto, recibió el Nobel ya. No menciono a otros dos escritores japoneses que son montañas inaccesibles para Murakami. No los menciono porque sería una falta de respeto para ellos.
Ahora, felicidades a Murakami, qué buena onda que lo apoyaron y que todos ya se la creyeron que es el más grande escritor hoy en día. 

Si es así, gracias de mi parte también a Murakami porque entonces yo me siento Hermann Broch.

Ten cuidado si anhelas la inmortalidad a toda costa: yo no quiero la de Murakami. 






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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.