Desde la LUna

Tu planeta llamado Tierra (¿por qué no le pusieron Agua?) se ve de la siguiente manera...bienvenid@

Friday, September 27, 2013

Un cuento verdadero sobre la inmortalidad



Confieso que desde mi adolescencia la tentación del suicidio me ha acompañado. Esa sombra que han dicho es la muerte que aguarda hasta el momento propicio para actuar, en mi caso ha jugueteado conmigo incesantemente. No atribuyo a cobardía el hecho de que no haya concretado hasta el día de hoy mi destino, pues cada suceso desafortunado que me continúa ocurriendo clamaría que me he tardado demasiado, sino una esperanza estúpida en que las cosas mejorarán, que dejaré de ser un fantasma de mí mismo. Una aparición mas no apariencia que me vuelva visible para todos. Es patético reconocer que me importa lo que piensen los demás. Y en mi defensa debo decir que a todos nos importa lo que piensen los demás, de lo contrario no anhelaríamos reconocimiento o éxito. Supongo que van de la mano, que se intersectan en un momento. Después, puede que te abraces del reconocimiento obtenido aunque el éxito se desvanezca. 

¿Fama o prestigio? Toda mi vida he apostado a lo segundo. El saber que existes para un grupo de personajes que tú consideras de cierta autoridad en el campo en el que tú te sientes competente, es para mí importante. Se nota que estoy siendo sincero, penosamente sincero. Pero ya dejé sobre la mesa mi argumento de descargo.

En la adolescencia por el mismo trance que implica esa época que para mí no fue en ningún sentido grata, la ronda de la muerte parece normal. Comenzamos a cobrar conciencia del mundo, de la fatalidad de estar vivo, de que estamos obligados por el entorno social, comenzando por la madre, a ser exitosos, a ostentar logros, cumplir metas. Nos comenzamos a dar cuenta de la terrible contradicción que es vivir, teniendo como única acompañante la sombra de la muerte. Hay inconformidad.

La madurez tal vez sea la conformidad. Lo que se logró logrado está. Pero algo se logró. No hay mañana porque ese pertenece a los hijos o a la batalla final que es y será combatir a la pareja que alguna vez adoraste. Si no se tiene ello podría uno considerarse el ser más feliz del planeta. Pero si no se ha logrado nada, si no se siente que se ha logrado nada, entonces eres un trabajo no terminado, eres inconcluso y nadie nos podemos permitir eso. El fracaso más rotundo es lo inconcluso.

El terminar con mi vida está aún vigente. Lo he pensado en verdad. Y es complicado suicidarte. Tanto que llegas a bordear escenarios cómicos: no quieres dejar un cuerpo batido para que tenga la pena, vergüenza y dolor tu hermana de reconocerlo. 

Hacerte de un revolver es la parte más sencilla, jalar el gatillo no es tan difícil. Pensar en cómo te va a encontrar, en este caso mi hermana, es lo difícil. 

Tengo la solución: irme. Irme lejos. En un par de ocasiones lo llevé a cabo. Bajo el camuflaje de acudir a un retiro espiritual, ver objetos voladores no identificados, sentir la presencia de almas vagando por los alrededores de una cabaña. Retirados de todo, en un poblado que se sabe no recibe bien a los güeritos de la ciudad. En la segunda ocasión, con mayor intensión de que sucediera algo, ofreciéndome como voluntario en una casa ubicada en Chiapas que se dedica a dar hospedaje a los migrantes que, con una voluntad suicida de hierro, viajan a salto de mata desde su natal Honduras o El Salvador con no el anhelo pero casi la obligación de cruzar la frontera hacia los Estados Unidos de América. Ahí viví momentos escalofriantes, pero no sucedió nada que pusiera en riesgo mi vida. Y es que la cuestión es que no intentaba ponerme de carne de cañón o convertirme en víctima. Quería enfrentar, quería tener un momento de locura aparentemente heróica y en un intercambio de fuego recibir el tiro fulminante. Un poco como aquellos que con este mismo deseo se enrolaban en el ejército: bandidos, criminales y estúpidos idealistas con el corazón roto por la vida.

Siento que después de los cuarenta, si no has logrado nada, es tiempo de deshacerte de tus cosas y comenzar la danza de las despedidas. Dejando notas como esta. Absurdas, que mueven a la lástima. 

Y es aquí donde reacciono cada vez que medito mi retirada del mundo por la puerta difícil, la del extremo de la voluntad propia: no puedo irme de aquí sintiendo lástima de mí. No sería honroso, no sería justo para mí, aunque sienta que el mundo ha sido injusto y en momentos cruel conmigo desde mi infancia. No sería lo correcto. Incluso el acto suicida sería una tontería porque no se ha logrado nada. Pienso que el acto suicida debe de ocurrir justo después de un acto verdaderamente desgarrador, entregado, en el que se jugaron todas las cartas y se siente, ahora sí, que ya no vienen más oportunidades. En mi caso siempre me ha salvado la culminación de un nuevo libro. Pero esta vez es diferente: tampoco le veo ya el caso. 

Así que, quizá, el momento ha llegado. 

(continuará)

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Eres un lunático con pensamiento, GRACIAS.